¿Quién tiene la razón?
He visto la proyección de la película El príncipe de Egipto en compañía de mi hijo de ocho años. Al llegar la escena en la cual el faraón contempla a su hijo muerto, víctima de la voluntad de Yavé de matar a todos los primogénitos que no pertenecieran al pueblo elegido, el pueblo de Israel, y ante la presencia del mismo Moisés, mi hijo me hizo la escalofriante pregunta: ¿quién tiene la razón?Había contemplado la tiranía del faraón con los hermanos y colegas de Moisés y el trabajo que estaba costando convencer al egipcio para que dejara partir al pueblo hebreo camino de su tierra.
La película muestra que Dios estaba a favor de Moisés y los suyos, es decir, del débil. Por otro lado, el cayado de Moisés proporcionó al faraón y a los egipcios 10 horrorosas plagas. Hasta aquí los acontecimientos son asumidos por la mentalidad de un niño, sin muchas dificultades. La película ofrecía un esquema clásico, de buenos y malos. Pero el que después de la décima plaga Dios mate al primogénito del faraón, siendo aún niño, para una mentalidad infantil es difícil de digerir. Sobre todo cuando contempla los sentimientos encontrados del mismo faraón y de Moisés, ya que aún mantenían el recuerdo de haber sido "hermanos".
No tengo ningún reproche que hacer al guión de la película; impresionado por la pregunta de mi hijo, me animé a comprobar su rigor leyendo el libro del Éxodo. Además, así me contaron la Historia Sagrada cuando yo era niño. No obstante, ante la preguta de mi hijo, he echado de menos una pedagogía infantil para enseñar, sobre todo, los hechos que se narran en los cinco primeros libros de la Biblia, que los cristianos llamamos Pentateuco, y los judíos, la Torah.
Sobre todo en el mundo cristiano, sólo cuando ya somos adultos, se nos habla de metáforas, parábolas, idioma figurado o figuras literarias. No tienen los catequistas unas respuestas articuladas didácticamente para responder a preguntas llenas de lógica, de sentimientos humanos y difíciles de aceptar como credo definido. Sin embargo, a los judíos ya desde niños, en las sinagogas, sólo les importa, en la tradición hebraica -sea en el texto bíblico o en el comentario de la tradición-, el modo como se les informa de la historia y no el modo como "eso sucedió verdaderamente". Por eso es muy posible que un niño hebreo, ante esta escena, ya tendría una respuesta. Si nos hubieran explicado estos acontecimientos, comprensibles para niños, en los cuales se cimentan las civilizaciones judeo-cristianas, hubiéramos racionalizado nuestra fe y no tendríamos la sensación, a veces, de comulgar con ruedas de molino.-
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