Fuego cruzado sobre la principal institución de la UE
No es la primera vez que el Parlamento Europeo pide un voto de censura contra la principal institución de la UE, aunque sí la primera ocasión en la que una iniciativa semejante tiene visos de salir adelante o, al menos, de provocar la dimisión de alguno de los miembros de la comisión. En febrero de 1990 y en julio de 1991, el grupo de las Derechas Europeas intentó la censura a causa de la política agrícola común, que consideraba un foco de competencia desleal y despilfarro. Sólo logró 16 y 8 votos de apoyo, respectivamente.
En diciembre de 1992, Los Verdes pidieron un voto de castigo por estimar que la postura de la comisión en las negociaciones comerciales del GATT era proteccionista y perjudicaba a países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo. En esta ocasión reunieron el voto favorable de 96 parlamentarios.
La actual comisión, presidida por Jacques Santer, arrancó con mal pie y vio acentuada su debilidad con la llamada "crisis de las vacas locas". En febrero de 1997, el diputado socialista belga José Happart intentó penalizar a los comisarios por su débil reacción ante las presiones del Gobierno británico. Le apoyaron 118 parlamentarios, una minoría muy insuficiente, pero logró que los medios de comunicación fijaran su atención en el Parlamento y atacaran duramente a Bruselas. Aquella crisis asemeja un ensayo general de la actual.
En el caso improbable de que el próximo jueves prosperara formalmente la moción de censura, habría que elegir una nueva comisión que ejercería su mandato por el resto del actual periodo, es decir, hasta enero del 2000. Sin embargo, en junio ya habría que elegir al sustituto definitivo para el nuevo quiquenio, otra guerra en la que ya se han lanzado varios nombres, desde Romano Prodi al propio Javier Solana.
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