Un estudio concluye que la inmigración alimenta cada vez menos la abstención en las autonómicas
La alta abstención que se produce sistemáticamente en las elecciones autonómicas catalanas no tiene parangón en ninguna autonomía española ni región europea, según muestra un estudio encargado por la Fundación Bofill, que se presentó ayer. El trabajo refleja los cambios que ha experimentado el perfil del abstencionista en las autonómicas y evidencia cómo factores explicativos válidos inicialmente, como la inmigración y el conocimiento del catalán, son hoy secundarios. En cambio, la mayoría de abstencionistas sigue situándose en el ámbito del centro izquierda.
Más allá de un sistema de partidos singular, el hecho diferencial incontestable de la política catalana es la alta abstención que se produce cada vez que se celebran elecciones autonómicas. Los profesores universitarios Joan Font, Jesús Contreras y Guillem Rico, por encargo de la Fundación Bofill, han analizado pormenorizadamente este fenómeno y lo han comparado con otras zonas de España y de Europa. El trabajo pone en relación todos los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), hasta ahora dispersos, e incorpora un apartado novedoso y atípico: entrevistas personales con abstencionistas. En todas las regiones europeas estudiadas, la participación de los comicios regionales es menor que la de los generales, pero en ningún lugar -salvo el caso muy singular de Holanda- el fenómeno se expresa con tanta fuerza como en Cataluña. Las conclusiones del trabajo reflejan que la abstención diferencial -la diferencia de abstención entre las generales y las regionales- es "excepcionalmente elevada" en Cataluña y "en ningún caso se encuentran índices iguales al catalán". La abstención media en las elecciones autonómicas en Cataluña entre 1980 y 1995 se sitúa en el 39,3%, lo que supone una abstención diferencial del 13,1%. Es decir, de forma reiterada unas 600.000 personas que participan en las elecciones generales se desmovilizan ante las autonómicas. El estudio reitera algunas de las explicaciones convencionales de este fenómeno, como la falta de una alternativa con posibilidades de derrotar a Jordi Pujol y la percepción por parte de algunos electores de que las autonómicas son comicios de segundo orden que dirimen sólo aspectos nacionalistas. No obstante, el estudio aporta datos que pueden alterar el imaginario más extendido sobre qué tipo de electores se abstienen sólo en las autonómicas, especialmente porque constata que factores inicialmente determinantes, como la inmigración y el conocimiento del catalán, son hoy secundarios. Mientras que en 1984 los inmigrantes suponían el 57% de los abstencionistas, en 1995 representaron sólo el 33%. Al mismo tiempo, el 49% de abstencionistas en 1984 no hablaba catalán y en 1995 la cifra se redujo al 21%. A juicio de Font, estos datos demuestran que a pesar de que está muy extendida la asociación entre abstencionista diferencial e inmigrante, este prototipo "ya no se ajusta a la realidad y ahora la abstención está menos mal repartida que hace 10 años y se ha hecho más plural y heterogénea". Entre las características nuevas de la abstención diferencial destaca que se ha acentuado notablemente entre los sectores más jóvenes. Izquierda En cambio, lo que permanece inalterable es que la abstención en las autonómicas se nutre especialmente entre ciudadanos de centro izquierda. En 1995, el 88% de los abstencionistas que no ocultaron al CIS su ideología se situaban entre el centro y la izquierda, y año tras año la abstención diferencial afecta especialmente a zonas de voto tradicional de izquierdas. ¿Significa esto que el descenso de la abstención supone automáticamente un avance de la izquierda? Los autores del trabajo fueron ayer muy cautos y subordinaron esta hipótesis a la capacidad de los partidos para movilizar a sus electores. La experiencia de 1984 explica buena parte de las cautelas: aquéllas fueron las autonómicas con menos abstención (35,7%) y se produjo al mismo tiempo la victoria más rotunda de Jordi Pujol.
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