Investigación europea
LA PASADA semana se aprobó la estructura y presupuesto del V Programa Marco Europeo, que habrá de cubrir las actividades de investigación y desarrollo desde el año 1999 hasta el 2002. Como es ya tradicional, dicho acuerdo llega con retraso respecto de las fechas previstas, debido a las complejidades de la negociación entre el Parlamento Europeo, la Comisión y el Consejo de Ministros de los países miembros. Lo que, teniendo en cuenta la burocracia de convocatorias de proyectos y evaluación de los mismos que hay que empezar a poner en funcionamiento, hará que algunos investigadores tengan dificultades para seguir con sus trabajos en el periodo que media entre el final del programa aún en vigor y el inicio efectivo del programa recién aprobado.Los fondos de investigación europeos empiezan a ser una parte importante, aunque todavía minoritaria, en el conjunto de los que los países miembros dedican a estos fines, especialmente para los grupos más competitivos y con mayores conexiones internacionales. Su conservación, y su progresivo aumento, es un factor básico de integración intereuropea en un ámbito decisivo. Europa se encuentra rezagada en investigación y desarrollo respecto de EE UU y Japón, y se juega mucho en la superación de esa diferencia. Por eso resulta a veces incomprensible la poca atención que se le presta en comparación con partidas que, siendo importantes, tienen más que ver con la resolución de problemas que vienen del pasado y carecen de incidencia plausible en el futuro. Como inquietante resulta que se sugiera una posible reducción del presupuesto asignado al programa marco para atender a otras áreas de gasto que pudieran encontrar dificultades de financiación en los próximos cuatro años.
Desde la misma fundación de la Comunidad Europea se sabe que lo que asegurará una unión en verdad duradera para las próximas generaciones será lo que se haga en los campos de la educación y la ciencia. Existe una moneda única y un Banco Central Europeo, una Europa agrícola y una fuerte interpenetración industrial; y debería existir también una Europa investigadora bien financiada, en la que las universidades y los centros de investigación encontraran la oportunidad de progresar en cooperación con sus homólogos de otros países de la Unión. De todo ello, será el proyecto europeo el que saldrá ganando.
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