Una patata de 40 kilómetros de longitud

Hace justo un siglo, dos observatorios europeos descubrieron en el cielo, cada uno por su cuenta, el asteroide Eros, que recibió el nombre del dios griego del amor. Fue el primero de los llamados asteroides cercanos a la Tierra, una categoría que engloba ya a unos 250 cuerpos de este tipo.

A diferencia de los asteroides que están en órbita entre Marte y Júpiter, se cree que los cercanos a la Tierra son restos de cometas muertos o fragmentos de colisiones de otros asteroides. En contraste con los cometas, que son prácticamente bolas de hielo sucio que se evaporan en una espectacular cola al acercarse al Sol, los asteroides son como pequeños planetas de roca.

Eros es uno de los asteroides cercanos a la Tierra más grande, dado que sólo tres de ellos superan los 10 kilómetros de longitud. Este cuerpo, con una rotación de 5,27 horas, sigue una órbita ligeramente elíptica alrededor del Sol y tarda 1,76 años en dar una vuelta completa a una distancia media de 218 millones de kilómetros. La órbita de Eros se cruza con la de Marte, pero no con la de la Tierra, por lo que no supone ningún peligro para nuestro planeta.

En 1975, este asteroide se acercó bastante a la Tierra (pasó a unos 22 millones de kilómetros), y desde aquí se realizó una gran campaña de observación con numerosos telescopios. Pese a que nunca se ha acercado una nave espacial a Eros, las observaciones sugieren que es una especie de patata de superficie arrugada, con olivino en una cara y piroxeno en otra, pero se desconocen la abundancia de los elementos clave de su composición.

Aproximadamente un centenar de cráteres esperan los científicos identificar en la superficie de Eros. Para bautizarlos, la Sociedad Planetaria ha hecho un llamamiento de ayuda internacional. Se trata de sugerir nombres que luego serán sometidos al criterio de la Unión Astronómica Internacional, encargada de decidir estas cuestiones.