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Problemas sin resolver

Chile es una democracia incompleta. Si alguien tuviera alguna duda al respecto, debería considerar el desafío que el Gobierno chileno lanzó el pasado viernes al Reino Unido y a España al defender con obstinación un principio teórico de soberanía jurisdiccional que se aplicaría a uno de los peores criminales internacionales de este siglo, el general Augusto Pinochet. Pero lo más grave de todo es que este endurecimiento de la posición chilena no es fruto de las convicciones profundas del Gobierno de Frei, sino que ha sido producto de una dramática reunión del Consejo de Seguridad Nacional. El papel adquirido por este órgano (. . .) no tiene nada que ver con una democracia: los comandantes de las Fuerzas Armadas, con su voto, influyen sobre el poder político en problemas tan delicados como las relaciones internacionales. El Consejo de Seguridad, junto con los senadores designados, es una de las herencias más pesadas de la dictadura. (...) El viernes pasado se llegó al absurdo. Un anciano señor de 83 años, responsable de la muerte de millares de chilenos, ha escrito una carta al país en la que reivindica su presunto papel de salvador de la patria. Ha elogiado a los héroes que hundieron la democracia con el golpe de 1973, (...) y se ha mostrado dispuesto a perdonar, como si no fuera él el que tuviera que pedir perdón. Un Gobierno que desea reivindicar con orgullo el propio espíritu plenamente democrático debería haber reaccionado con indignación ante esta nueva afrenta, en vez de seguir defendiendo la inmunidad del ex presidente. (...)

Roma, 14 de diciembre

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