Guerra de cañas en la Albufera
Una cofradía de pescadores se arriesga a perder privilegios por impedir a las mujeres que faenen
A los padres de El Palmar se les caía el alma al suelo si el novio de la muchacha no era pescador. En esta isla del lago valenciano de la Albufera, la pesca de anguilas y llobarros era hasta hace poco la fuente de ingresos más apreciada, el único salvoconducto seguro contra la hambruna.Una tradición masculina que hunde sus raíces en la época medieval reservaba el derecho a echar las redes en el lago a los hijos varones de los pescadores. A la descendencia femenina no le quedaba más remedio que emparentar con un pescador para que sus vástagos tuvieran algún día derecho a pertenecer a la Comunidad de Pescadores de El Palmar.
Pero aquellas normas sexistas han caído apresadas en la red judicial. La titular del Juzgado número 1 de Primera Instancia de Valencia, Pilar Cerdán, ha reconocido en una sentencia hecha pública en octubre que las hijas de pescadores tienen pleno derecho a formar parte de la cofradía, en las mismas condiciones que los hombres.
Las cinco mujeres, hijas de pescadores, que llevaron el caso de discriminación sexual a los tribunales no han disparado tracas ni han descorchado botellas de cava para festejar la victoria judicial que reconoce sus derechos. Elena Marco, Felicidad y Vicenta Dasí, Teresa Bru y Teresa Chardí están apesadumbradas porque han quedado estigmatizadas por atentar contra las sagradas tradiciones de esta comunidad cerrada y endogámica, y por la enemistad que ha surgido entre los 900 habitantes de esta pedanía de Valencia. Algunos llevan su enfado hasta el punto de cambiarse de acera, aunque les toque caminar por donde pega el sol en verano, para no cruzarse con un familiar situado en la otra trinchera.
Los 400 miembros de la Comunidad de Pescadores no se quedaron cruzados de brazos tras la sentencia judicial. Presentaron un recurso y expulsaron, tras darles un ultimátum para que se retractaran, a los 15 socios que habían apoyado la causa de las mujeres. Estos desafectos a la tradición masculina han sido culpados de cometer la afrenta de enviarle un escrito a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, en el que denunciaban que la comunidad conservaba "atavismos más propios de la esclavitud que del tiempo actual". Una de las víctimas de esta purga, Luis Marco, de 72 años, se siente ahora vacía. Durante toda su vida no había hecho otra cosa que faenar en el lago. Ante estas expulsiones y el escaso éxito de su papel como mediadora, la alcaldesa ha tomado una medida drástica para evitar que la discriminación sexual siga perpetuándose en un lago de propiedad municipal. Rita Barberá ha advertido a la cofradía de que le retirará la concesión para faenar en la Albufera, que se remonta al nacimiento del Reino de Valencia, en el siglo XIII, si no cambia de postura. Este privilegio es el último vestigio del derecho foral valenciano, que sobrevivió al Decreto de Nueva Planta de FelipeV.
A José Caballer, el jurat de la cofradía, no le intimida el aviso de la alcaldesa: "La Comunidad de Pescadores es más antigua que el Ayuntamiento", dice.
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