Prepotencia
El pasado 2 de diciembre se celebró en la sala Caracol el concierto que presentaba los nuevos discos de Triana Pura y El Barrio. A pesar de tener la invitación en el bolsillo dos días antes y de esperar mi turno de entrada en la puerta dos horas y media antes de que comenzase el concierto, fui de las muchas personas desafortunadas que no pudieron entrar.Es comprensible que, si una sala de conciertos tiene un aforo limitado, cumpla la normativa y no deje pasar a nadie una vez superado éste. Lo que no es de recibo, bajo ningún concepto, es el bochornoso espectáculo que nos esperaba a la entrada, cuando todos los allí presentes fuimos testigos de una mafiosa actuación por parte de la dirección de la sala.
No es sólo la prepotencia que derrocharon los porteros, que disfrutaban afirmando que perdíamos el tiempo si seguíamos esperando y que mejor sería que fuésemos a casita junto a la tele (los dos grados de temperatura que había en la calle invitaban a ello, pero no era el plan), sino la perplejidad general al ver que decenas de personas entraban en la sala siguiendo a alguna cara conocida, las cuales se suponía que figuraban en una lista de invitados que no fue comprobada en ningún momento, por lo que no era ya creíble la farsa del aforo completo. Todos calentamos garganta al grito de "tongo", pero incluso eso fue inútil.
Denuncio firmemente y en nombre de todos los que chupamos frío e ilusiones perdidas la pésima organización de esta sala, el derroche de publicidad y de papel y el descarado tráfico de influencias, tan común en estos días. Seguro que en la televisión todo se pintaría mucho más bonito, e incluso se vería a la gente afortunada bailando con espacio suficiente al ritmo de tanguillos de Jerez.- .
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