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España, cerrojo sin delantera

Xavier Vidal-Folch

España tiene una gran razón en la "batalla financiera". Es un país pobre que hace bien sus deberes. Pobre, porque su renta per cápita supone entre dos tercios y algo más de tres cuartos -según los baremos- de la comunitaria. Si Europa es un proyecto serio, mientras algún país exhiba ese retraso en riqueza relativa deberá apoyarle. La política de cohesión o reequilibrio territorial no es una patente de corso, es un deber para todos, consagrado en el Tratado, la biblia de la UE. Y que también beneficia a quienes la financian. Otra cosa es la calidad del despliegue con que se defiende ese principio. España luce una fabulosa defensa, una frágil media para fraguar alianzas y una delantera escasa. Cuando se tramaba el Pacto de Estabilidad, en el que tanto se empeñaba Bonn, el vicepresidente Rodrigo Rato desaprovechó la ocasión para condicionar su aprobación al mantenimiento del Fondo de Cohesión. Era difícil, pero Francia coló por ese pasillo su prioridad al empleo y al Ecofin del euro. Cuando Alemania llevaba años clamando contra su carga presupuestaria, que considera "desproporcionada", y otros tres países ricos ya se le habían sumado, España respondió tarde. Su propuesta de incorporar mayor progresividad a los recursos propios (ingresos) sonó a mera táctica, como reconoció, ingenuo, el ministro Abel Matutes.

Problema alemán

Madrid no ha generado ideas nuevas que cuajen mucho más allá de Atenas y Lisboa. Sostiene que no hay un problema alemán, y no distingue, como hace Francia, entre Bonn y el resto de la banda de los cuatro. Quizá valga para salir de este atolladero inmediato. Pero no a largo plazo. Alemania tiene un problema, real, psicológico, o una mezcla de ambos. Como país rico debe contribuir más al presupuesto, pero ¿cuánto más? Sus últimos años fueron magros: ha reducido a la mitad su superávit comercial; tiene cuatro millones de parados; ha sufrido un trauma con la renuncia al marco. Cierto que el resto cofinanció su unificación (vía altos tipos de interés), a la que dedica un 5% de su PIB (por sólo un 0,6% a la UE); ha impuesto su modelo de política monetaria; y ha consagrado su hegemonía global.Para hacer pedagogía con Bonn habrá que escuchar sus cuitas, calibrar sus agravios y recordarle que nos conviene una "Alemania europea", no una "Europa alemana".

Paolo Cecchini pone números hábilmente y con valor cívico (es italiano) a ambas ideas: atiende a Bonn y defiende la cohesión. ¿Por qué demonios nadie ha hecho algo parecido desde España?

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