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50.000 aves mueren al año en España

Los datos que se manejan en España en relación a la contaminación del medio natural debido al plomo son sobrecogedores. Cincuenta mil aves, en su mayoría anátidas, mueren cada año debido a la ingestión de perdigones de plomo. Durante largo tiempo, los cazadores han argumentado que si la cifra fuera cierta, las zonas de caza estarían repletas de cadáveres, y éstos "no se ven por ningún lugar". La explicación a este fenómeno, según Raimon Guitart, toxicólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona y uno de los pocos investigadores españoles que hasta la fecha han aportado datos concluyentes, es que los efectos del plomo se dejan notar de forma diferida en las aves. Los perdigones ingeridos, argumenta, tardan "de 5 a 10 días" en degradarse e incorporarse al organismo. La toxicidad se manifiesta de distintas formas: alteraciones neuromusculares, debilidad, dificultades para el vuelo, cambios de conducta, desorientación, y a medio plazo, muerte por plumbismo. Durante el primer periodo, las aves "son presa fácil de sus predadores". Por tanto, no mueren directamente a causa del plomo, sino debido a que los efectos tóxicos del metal pesado aumentan su vulnerabilidad. Según diversas estimaciones, buena parte de ellas reportadas por el propio Guitart, cada año se depositan en las zonas húmedas españolas donde está permitida la caza de 50 a 60 toneladas de plomo, con puntos donde la densidad de perdigones alcanza las 280 unidades por metro cuadrado. Para otras zonas del territorio español, asegura, la media alcanza "5.000 toneladas de plomo anuales". Si el suelo donde se acumulan los perdigones es ácido, el plomo se degrada rápidamente incorporándose a plantas, invertebrados y pequeños mamíferos, y de éstos al resto de la cadena trófica, dado su poder bioacumulativo.

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