2.058 pinturas en busca de su amo
La ocupación alemana supuso que más de 100.000 obras de arte viajaran de Francia a Alemania. Los grandes galeristas judíos, como Georges Wildestein, Bernheim Jeune, André Weil o Paul Rosenberg, vieron confiscados sus negocios y propiedades, así como coleccionistas como Adolf Schloss. Tras la victoria aliada, 45.000 de las obras exiliadas fueron reencontradas por sus propietarios o sus herederos legales; otras se desvanecieron, ya sea tras el telón de acero o en las cajas fuertes de algunos particulares, mientras que unas pocas, 2.058, pasaron a ser MNR, Musées Nationaux Recuperation, y a estar expuestas en los museos públicos en espera de que alguien las reclamase atestiguando sus derechos.Los herederos de Paul Rosenberg figuran entre quienes creen que la Administración francesa ha hecho muy poco para encontrar a los propietarios legítimos, dejando que el tiempo transcurriese a favor del Estado. Hoy piden que la obra Nympheas, de Claude Monet, expuesta en Boston, no regrese al museo de Caen, sino que quede entre sus manos. No son los únicos. Los herederos de Schloss creen que un rembrandt, hoy en Pittsburg, les pertenece, y los de Alphonse Kann aseguran que el Joueur de Guitare que se exhibe en el Centro Georges Pompidou es suyo.
El Consejo Judío Mundial cree que las 2.058 obras debieran subastarse y sus beneficios repartirse entre instituciones judías. El Estado francés sólo reconoce las reclamaciones a título individual, una actitud que no es compartida por el mundo anglosajón.
Babelia
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