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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mensaje de coherencia

EN UNA acción concertada con los otros 10 países integrantes del área del euro, el Banco de España anunció ayer que el precio oficial del dinero bajará medio punto, hasta el 3%, a partir de la subasta semanal del próximo lunes. La decisión concertada unifica el tipo de interés del área económica del euro en el 3% -con excepción de Italia, en donde todavía está en el 3,5%- y constituye un mensaje político y económico de singular importancia para la estabilidad económica del euro. No resulta exagerado afirmar que este movimiento armonizado de los 11 bancos centrales europeos ratifica ante los mercados que el euro está ya aquí y que nace en las mejores condiciones de estabilidad política y de apuesta por el crecimiento.La primera lectura de este mensaje es que la pugna entre partidarios de estimular el crecimiento económico con rebajas del coste del dinero, como el ministro alemán de Economía, Oskar Lafontaine, y los partidarios del rigor monetario y de la vigilancia permanente de la inflación, como el Bundesbank y el Banco Central Europeo, se ha resuelto a favor del sentido común. La reducción de tipos es perfectamente compatible con el rigor monetario, puesto que la inflación en el área está en niveles muy bajos, por debajo del 1% en los países centrales, y parece razonable agotar todas las posibilidades de estimular el crecimiento a través del abaratamiento del dinero para evitar reproches de pasividad política en el caso de que en 1999 se confirme la tendencia a la desaceleración económica en Europa. Para tranquilidad de fundamentalistas monetarios, es muy improbable que el descenso del coste del dinero en el área euro al 3% implique algún riesgo de repunte inflacionista; porque incluso en el nivel del 3% el tipo de interés es lo suficientemente alto como para soportar el rigor monetario que exigen el BCE y el Bundesbank. La rebaja adelantada de tipos es también un excelente ejemplo de actuación instrumental bien coordinada. No sólo por el hecho de que los 11 bancos hayan actuado concertadamente y con anticipación, en una especie de ensayo general con todo de lo que será el trabajo del BCE a partir del 1 de enero, sino por la astucia política con que se han designado los agentes de la maniobra. Como no es el BCE quien ha tomado la decisión de recortar el coste del dinero (este tipo de decisiones le corresponderá a partir de enero), la autoridad monetaria europea mantiene intacta su imagen de rigor monetario. Son el Buba y los bancos centrales quienes adelantan el trabajo al BCE. Wim Duisenberg y su equipo pueden debutar en enero sin la obligación de decisiones forzadas de rebaja de tipos. Una hipótesis razonable es que si se mantiene el enfriamiento de las economías europeas en los primeros meses de 1999, el BCE tenga que reducirlos de nuevo, pero no será su estreno.

Nunca se valorará lo suficiente la importancia que ha tenido para el espectacular crecimiento de la economía española y el no menos espectacular ajuste de sus indicadores básicos el persistente goteo de descensos del precio del dinero a partir de 1996. Desde esa fecha ha caído desde el 8,75% al 3%, ha introducido billón y medio de pesetas en el circuito del consumo, ahorro e inversión y ha aligerado en casi otro tanto el coste de los intereses de la deuda pública, lo cual ha permitido un ajuste del déficit público.

De igual forma, el medio punto que baja el Banco de España a partir del lunes se traducirá en beneficios para los tenedores de hipotecas e incentivará la inversión y el empleo. Es necesario recordar que de las economías integradas en el área del euro, la española es la que está más avanzada en el ciclo; que es, por lo tanto, la que tiene mayor riesgo de calentamiento inflacionista, y que su tasa de inflación (1,7%) es superior a la de países como Francia o Alemania, lo cual equivale a una pérdida de competitividad relativa con áreas que tienen gran intercambio comercial con España. Esa brecha de competitividad debe ser cerrada con diligencia.

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