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Tarde y mal

La pacificación del País Vasco está llegando más tarde de lo que podría y debería haber llegado y, sobre todo, está siendo instrumentada de mala manera. Si no se hubiera convertido a partir del verano de 1993 la crítica a la política antiterrorista en un elemento central de la estrategia del PP para erosionar al Gobierno socialista, la sociedad española se habría podido ahorrar buena parte del dolor que ha tenido que soportar en estos años. Si, además, a partir de 1996 no se hubiera seguido la política de pactar con el PNV prácticamente todo excepto la política antiterrorista, no se estaría canalizando el fin del terror de la forma en que lo está siendo.Lo segundo es, en buena medida, consecuencia de lo primero. El PP ha subordinado siempre su estrategia contra ETA a su estrategia contra el PSOE. Su estrategia antiterrorista ha sido definida siempre en función de su estrategia antisocialista. Y no a la inversa. Así ha sido antes de que el PP se convirtiera en Gobierno y así ha continuado siendo después. Solamente así se explica su política respecto del PNV antes y después de 1996. La brutalidad del enfrentamiento entre 1993 y 1996 fue tal, que el PNV caricaturizó a José María Aznar como Hitler en la campaña electoral de 1996. A dicho enfrentamiento brutal ha sucedido un acuerdo sorprendente, sobre todo cuando se toma en consideración que dicho acuerdo no se extiende a la política antiterrorista, que es el único terreno en el que los cinco escaños del PNV tienen un "valor añadido". Con tal de que el PNV se apunte a la estrategia antisocialista del PP, no sólo se le transfieren los impuestos especiales, aunque se vulnere el Estatuto de Gernika, sino que además se le deja las manos libres para que haga lo que quiera en materia antiterrorista.

El resultado está a la vista. No ha hecho falta mucho tiempo para que el PNV haya acudido en ayuda de ETA y haya posibilitado que el final de la violencia esté siendo capitalizado políticamente por la organización terrorista. Y, al rebufo de esa estrategia nacionalista vasca, se ha colado la "declaración de Barcelona", el "documento anexo", el "pacto fiscal" y lo que vendrá.

El mensaje que el PP está transmitiendo a la sociedad española está siendo perfectamente entendido y todos los partidos políticos están orientando su actuación en función de él. Para el PSOE ha supuesto un aislamiento político debilitador. En los veinte años de vigencia de la Constitución no ha habido un solo momento en que el PSOE se haya encontrado tan aislado como lo está ahora. La política seguida por todos los partidos, aunque de manera distinta, brutal en el caso del nacionalismo vasco y de IU, civilizada en el del nacionalismo catalán, está orientada al ostracismo político socialista. Y en este sentido, la estrategia del PP está teniendo resultado.

Lo que ocurre es que esa ayuda que se le está prestando al PP para el debilitamiento del PSOE no es gratis. Está teniendo como contrapartida una erosión importante de la estructura del Estado. Se equivoca el PP si cree que el debilitamiento del PSOE de la forma en que lo está consiguiendo únicamente supone su correlativo fortalecimiento. Está suponiendo simultáneamente un debilitamiento del Estado en sus relaciones con las comunidades autónomas y en particular con aquellas gobernadas por partidos nacionalistas. La subordinación de todo a la estrategia antisocialista está conduciendo a transferir la iniciativa política a los nacionalismos tanto en materia antiterrorista como en lo que a la estructura del Estado se refiere.

Mientras ése sea el mensaje que se transmite desde el Gobierno, se tratará de un proceso sin fin. En las próximas elecciones generales, autonómicas catalanas y municipales vamos a tener ocasión de comprobarlo.

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