España no ha aplicado ningún plan para atajar la desertificación, que afecta al 40% del país
Cumbre mundial en Dakar para definir las prioridades frente al avance del desierto
Mucho más discreta que las cumbres de Kioto o Buenos Aires, dedicadas al cambio climático, la que estos días se celebra en Dakar, la capital de Senegal, plantea la lucha contra la desertificación, otro de los graves problemas, junto a la pérdida de biodiversidad, que acecha a la humanidad, según se denunció en la cumbre de Río de 1992. Aunque España ratificó el Convenio y ha dedicado mucho esfuerzo a diagnosticar su avance, no ha desarrollado todavía ningún plan para la recuperación de las zonas áridas, que alcanzan al 40% del territorio.
Los países más desarrollados no sufren el avance del desierto con la misma crudeza que los pobres, hecho que probablemente contribuye a que en Dakar no se citen tantos ministros como en Kioto o Buenos Aires, aunque asistan 2.000 delegados de 190 estados.Pero a España le toca muy de cerca ese problema; más del 40% de su territorio está sometido a procesos de desertificación (avance del desierto por efecto de la actividad humana), el 18% "se encuentra gravemente afectado", y en algunas zonas de Andalucía se producen pérdidas por arrastre de hasta 300 toneladas de suelo por hectárea al año.
Como país que suscribió en 1996 la Convención de la Lucha contra la Desertificación, España se comprometió a desarrollar un Programa de Acción Nacional plasmado en cinco objetivos: desarrollar una gestión sostenible de las tierras agrícolas y forestales para prevenir su degradación; rehabilitar las tierras iniciadas en ese proceso; hacer una gestión sostenible de los recursos hídricos; hacerla también del suelo, y prevenir los incendios forestales.
La delegación española, como todas las que asisten a la Cumbre de Dakar, deberá dar cuenta del cumplimiento de ese compromiso. A la vista del documento que será leído en la capital senegalesa, el balance es bien pobre. Se han hecho cuantiosas inversiones en el diagnóstico cartográfico y científico del problema, a través del proyecto de Lucha contra la Desertificación en el Área Mediterránea (LUCDEME), puesto en marcha en 1984, en el que han intervenido más de 150 científicos y 10 universidades.
Se encuentra en fase de desarrollo (1998-1999) la evaluación de la desertificación, dentro del Plan Nacional de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico y en colaboración con la Unión Europea se participa en el proyecto MEDALUS, el estudio de la cuenca del río Guadalentín en Murcia, considerada una de las zonas más degradadas del país.
Pero del Plan Nacional, la propia delegación española reconocerá, según el documento mencionado, que "no se ha desarrollado, hasta la fecha, ningún plan de la Administración de puesta en valor de zonas áridas mediante técnicas agrícolas alternativas. No existe un plan de gestión agraria para ejecutar programas de desarrollo sostenible en zonas afectadas por la desertificación y generar rentas que permitan a la población tradicional de esas zonas poner en valor esos sistemas". Sobre el resto de los compromisos, el documento remite a la futura aplicación de la Ley de Residuos y el Plan Hidrológico Nacional, que ni siquiera se encuentra en fase de anteproyecto.
El proceso de desertificación no es nuevo en España. Según el experto Juan Puigdefábregas, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Almería se ha desarrollado a lo largo de los últimos 500 años, aunque se aceleró en los años 60, con la introducción de la tecnología en las prácticas agrícolas y, posteriormente, las ayudas europeas indiscriminadas al campo. Estas nuevas prácticas han contribuido al avance de procesos erosivos en todo el sureste y el valle central del Ebro y a la salinización de los acuíferos en prácticamente todo el litoral mediterráneo.
Puigdefábregas destaca que todos los intentos por frenar el avance de la desertificación mediante la puesta en valor de tierras áridas deben ir "sólidamente soportados" por aspectos comerciales. Su ausencia condujo al fracaso de los intentos de cultivar agave (para obtener fibra de pita o sisal) y hierbas aromáticas en Almería.
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