Más movida
El Pacto contra la Noche dejó claras ayer cinco cosas, más de lo que un alma cándida pudiera aventurar. Una: los alcaldes nunca han hecho un botellón. La incursión más aproximada fue la del alcalde de Almería, Juan Megino, que se lanzó a inspeccionar tiendas y pubs una noche y creó tal inseguridad ciudadana que el jefe de la Policía Local aún debe temblar al recordarlo. Dos: los regidores temen la resaca electoral de la movida. Combatir esos quebraderos les crea un síndrome de esquizofrenia competencial. El representante de Granada en el Pacto contra la Noche fue el concejal de Juventud, Eduardo del Moral, mientras que de Almería llegó el concejal de Protección Ciudadana, Cristóbal Moya. La misma diferencia que va entre las vallas encargadas por Díaz Berbel para poner coto al jolgorio y el disfraz inspeccionador del alcalde almeriense. La alcaldesa de Sevilla, Soledad Becerril, quiere llevar la movida donde no moleste y el de Huelva, Pedro Rodríguez, jugar una partida de ajedrez con los botellones hasta lograr el jaque mate. Tres: socialistas y populares no ligan ni de copas. El consejero de Presidencia, Gaspar Zarrías, compareció solo en la sala de prensa del palacio de San Telmo para informar del acuerdo de la mesa del Pacto contra la Noche para constituir una comisión que a saber lo que creará a su vez (¿muchas comisioncitas, tal vez?). Soledad Becerril se resignó a hablar en un patio: "Es que no nos han ofrecido la sala. No son muy generosos aquí". Cuatro: los jóvenes sólo tienen boca para agarrar ingestas etílicas, pero son mudos, a juzgar por los convocantes del Pacto contra la Noche, que se han tranquilizado la conciencia reservando dos sillones en el foro para Federico Pérez Peralta, director del Instituto Andaluz de la Juventud, y Pablo Morterero,presidente del Consejo Andaluz de la Juventud. Cinco: los políticos pertenecen, en general, a la tribu de los puretas. Gentes que superan la cuarentena y siguen creyéndose en la flor de la vida. O sea, que se niegan a madurar. Si al pureta, que ya es un trauma en sí mismo, se le añade la condición de político se obtiene una subtribu urbana, perfectamente diferenciada y claramente problemática, con tendencia al despotismo ilustrado. Tal vez cambiaran las cosas, si se airearan un sábado noche. De movida y sin prejuicios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.