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Chano Lobato, 60 años de flamenco

Grandes figuras del cante y el baile rinden homenaje al artista gaditano

En diciembre cumple 72 años Juan Ramírez Sarabia, así que hace 60 que Chano Lobato empezó a cantar. Carmen Linares, José Mercé, Moraíto Chico y Sara Baras estarán hoy con él para celebrarlo en Madrid. El concierto 60 años de gloria es el homenaje a una carrera y una vida radicalmente flamencas. Pasión, humildad, buen gusto, gracia, jondura... Pero el profesor del flamenco y el embuste de Cádiz sigue en activo. "Más que nunca".

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Ni la diabetes, ni el colesterol, ni la tensión alta; ni las tremendas borracheras de entonces ("ahora ya no puedo beber, sobrino, pero de vez en cuando me meto un pelotazo y la Rosario [su mujer] me quiere matar"); ni el hambre terrible del Cádiz de la posguerra ("los flamencos íbamos muy elegantes, sí, pero por dentro estábamos siempre desmayaítos"), ni siquiera la agotadora gira mundial de 25 años cantando para el baile de Antonio Ruiz Soler. Nada de eso ha conseguido retirar a Chano Lobato de los escenarios.Más bien al revés. Hace ya unos 15 años que el cantaor rubio y payo ("como Charlton Heston") del Barrio de Santa María se decidió, a regañadientes, a dar el paso adelante. Dejó la mejor escuela (acompañar a los bailaores) y, como el que no quiere la cosa, sin darse aires ni jabón, salió al ruedo y empezó a ejercer como primer espada su magisterio enciclopédico, de otra época, basado mucho más en la entrega al público y el amor a sus maestros (desde Aurelio de Cádiz a Carlos Gardel, pasando por Pericón, El Chaqueta, Caracol, Matrona o La Niña de los Peines) que en el deseo de dinero o notoriedad.

"Una lección"

"Por eso cada aparición suya es una lección", apunta Juan Verdú, organizador del ciclo flamenco del Festival de Otoño. "Chano tiene ritmo, elegancia, sabor y más tablas que La Chelito. Conoce más letras que nadie, lo canta todo bien y sólo necesita cinco minutos para saber qué quiere oír el público. Se lo da, y la gente se lo come. Es el último representante de esa genial escuela gaditana de artistas de la vida y el cante".Lobato salió de casa y del colegio a los 12 años. Había muerto su padre y el destino de la familia dependía de lo que él sacara en las juergas de las ventas. Pasadas ya "las 70 castañas", Lobato no conoce el miedo a actuar, aunque prepara cada concierto con una responsabilidad de primerizo: se levanta temprano, en el AVE escribe las letras que va a cantar, y cuatro horas antes ya está vestido de cantaor.

Él reconoce que ahora disfruta más que nunca del oficio ("encuentro mejor la media voz aquella de la que hablaba Caracol"), pero le echa la culpa de todo al público. "La gente cada día escucha mejor el flamenco. La juventud lo entiende y lo quiere cada vez más. Los jóvenes de hoy tienen un entendimiento... ¡Si entienden hasta los disparates ésos de Cádiz que yo cuento!".

Porque hay gente que casi prefiere oírle hablar que cantar. Lobato es un maestro indiscutible en los aires más rítmicos y festeros; un cantaor capaz de atacar los palos más serios con todo el rigor, la profundidad y el dolor necesarios, y el artista que ha logrado aflamencar con jondura irreprochable los boleros de Machín, los cuplés de Antonio Molina o la Piquer y los tangos de Gardel. Pero es, además, un historiador oral, un inspiradísimo narrador de anécdotas. Sabe los secretos más bonitos del flamenco y miles de "esas cositas de Cádiz". "Algunas son verdad. Pero hay también mucho embuste, las chalaúras de los flamencos de Cádiz, que eran muy mentirosos. Los más embusteros del mundo eran Ignacio Ezpeleta y Pericón, que echaban el día a ver quién decía la fantasía más gorda. Eran dos monstruos, tenían eso tan difícil que yo llamo nuez moscá. Ese aje, ese puntito de gracia que si te coge ya no te deja...".

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