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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un músico genial

La aparición de Daniel Barenboim en los ciclos de Ibermúsica se espera siempre con expectación, bien actúe como pianista, como director o como ambas cosas en una sola pieza. En programa ninguna novedad aparente, pues estaba consagrado a la música de Beethoven. Pero tal supuesto puede resultar falso ya que la perdurabilidad del legado beethoveniano, su vigencia artística y social, no sería posible sin una crecida medida de sorpresas o, lo que es lo mismo, de renovadas novedades. Lo mismo sucede con el arte pianístico de Barenboim y su capacidad para sumarlo a una dirección orquestal efectiva. Así es que acudimos todos al auditorio dispuestos a "estrenar" la Quinta sinfonía o a admirar el Tercer concierto como obras recién nacidas. Esto lo consiguen muy pocos intérpretes, sólo aquellos que sobre sus dones y saberes magistrales son capaces de versiones creativas sin traicionar la fidelidad al texto y al espíritu. Barenboim es uno de esos pocos cómplices idóneos que los autores necesitan para la persistencia de su aventura en la historia.¡Y qué aventura la de la Quinta sinfonía! En ella Beethoven modifica los supuestos ideológicos y conceptuales sobre los que se asentó la forma, hasta cuajar con extraña autonomía, en manos de los músicos de la escuela de Viena, de clásicos que como Haydn y Mozart albergan en sus pentagramas incluso la posibilidad y la incitación de su reforma y sustitución. He aquí el gran paso de la Quinta sinfonía: el invitar, más impositiva que persuasivamente, a que la música sea otra cosa, más dramática por más humana. Barenboim hace una versión a la vez propia y conocedora de cuanto hicieron sus grandes antecesores.

Orquestas del Mundo (Ibermúsica)

Staatskapelle de Berlín. Director y pianista: Daniel Barenboim. Obras de Beethoven. Auditorio Nacional de Madrid. 23 de noviembre.

Naturalidad

Como los mejores, ni abusa de los tiempos, ni violenta la continuidad dinámica, ni convierte la pura música en discurso retórico. Impera siempre la naturalidad, la fluencia, la más perfecta articulación melódica, la justa elevación de los acentos, la ligazón de las voces instrumentales y, como principio, la creación de un sonido propio, auténtico rostro de toda imagen musical. En menos palabras: Daniel Barenboim es un músico genial de los que dejan huella inmediata en el espíritu de las audiencias y muy larga en la significación de la historia.En el Concierto en do menor, Barenboim, de manera preciosa, desplegó una imaginación que no pierde de vista la consideración de esa obra como culminación del espíritu y el pensamiento clásico vienés. En el Largo central pone en evidencia un trasfondo que parecía adivinarse en tan largo, doliente e interiorizado canto. Tras el Concierto en do menor, Barenboim nos regaló una portentosa versión del Improntu en la bemol, de Schubert, y la sinfonía tuvo como corolario la espléndida obertura de Egmont.

En resumen, un concierto a guardar avariciosamente en el mejor rincón de nuestra memoria musical y una noche de triunfo completo para Barenboim y la soberbia formación sinfónica berlinesa, que esta noche vuelven al auditorio para interpretar el Concierto número 4, de Beethoven, y la Primera sinfonía, de Brahms.

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