Las lecciones del tiempo
La música que vive en el interior de la poesía puede ser callada o bien explícita. En el caso de Juan Lamillar (Sevilla, 1957), "su enigma anima espejos y despeja la niebla del dolor". Así lo escribe en dos versos de La música, poema perteneciente al libro Las lecciones del tiempo, un sugerente título de invitación para un no menos sugerente contenido. Los tiempos del amor, del juego de la vida o del final del verano alternan con escenarios, sombras o cenizas, mientras emergen rítmicamente retratos de Rossini, Giorgio Morandi o Lezama Lima.No sé si, como insiste el libreto de la ópera La inspiración, de Sylvano Bussoti, el tiempo es un gentilhombre. Sí está más claro que las huellas del tiempo se traducen en lecciones de vida. En unas juega el azar; en otras, la experiencia del propio caminar.
Las lecciones desencadenadas por el azar tienen en las competiciones ejemplos abundantes. Una muestra. Con motivo de la celebración dentro de unos días de la séptima edición del concurso de canto de Bilbao, el periódico municipal ha publicado una interesante entrevista con el veterano director del certamen, José Antonio Amann, en la que éste explica los diferentes criterios con que suelen contemplar los jurados del concurso a los aspirantes. Dice: "Si son cantantes valoran más la técnica de canto y la personalidad de la voz; si son musicólogos o críticos valoran más el estilo, el canto legato, el fraseo y la musicalidad, y si son regidores de escena se inclinan por la personalidad, la figura y el saber estar. Puede darse el caso de una concursante que canta como los ángeles, pero pesa 150 kilos, y el director de teatro no la acepta porque, por ejemplo, no puede contar con ella para hacer la Salomé de Strauss". Sobran comentarios.
Las otras lecciones, las de la vida cotidiana, tienen durante estos días en España una embajadora de excepción, la pedagoga argentina y presidenta del Foro Latinoamericano de Educación Musical, Violeta Hemsy Degainza. Acaba de impartir un curso en Sevilla y a partir de hoy estará en Murcia. Violeta es un personaje de asombrosa lucidez. "Una contemporánea esencial", como diría Fernando Savater.
Luchadora ejemplar en el campo de la formación del profesorado musical, sus inquietudes van mucho más allá y se expresan con especial intuición en lo que ella denomina "sacar la música del conventillo", que no es otra cosa que ampliar los puntos de contacto entre el arte de los sonidos y la sociedad.
Consciente del aislamiento de los músicos en su isla desierta ideal, Violeta H. Degainza ha propiciado una colección de libros con entrevistas sobre música, realizadas por ella misma a personas procedentes de otros campos. He tenido acceso a los tres últimos -con la psicóloga social Ana Quiroga, con el músico popular Fito Páez y con el pintor Mario Gurfein- y están llenos de ideas y de estímulos sobre las necesidades latentes de un acercamiento y sobre los procesos de romper barreras para una integración mayor de la música en otros ambientes. La colección se llama Puentes Hacia la Comunicación Musical y está editada por Lumen.
A Violeta H. Degainza no la han distinguido por ahora con ningún reconocimiento oficial en nuestro país, a pesar de sus frecuentes colaboraciones aquí y de su indiscutible peso internacional (ha tenido medallas por sus méritos profesionales hasta en África del Sur). Tampoco creo que, en sus casi 70 años, le importe demasiado, pero sería un detalle hacerle un guiño de agradecimiento.
A quien sí le han dado un premio, el Ondas de la música clásica, es a la grandísima soprano Victoria de los Ángeles, retirada desde hace una temporada del mundo de los conciertos musicales. El vacío que ha dejado no hay quien lo llene. El Ondas de música seria tiene la ventaja de ser un galardón situado al lado de otros campos, desde el cine hasta la televisión. Es un signo de apertura. Como también lo es, en otro terreno diametralmente distinto, el nombramiento de hijo predilecto de Sanlúcar de Barrameda a Toto Barbadillo, el bodeguero sabio y singular escritor. Allí estaba, feliz, el pasado viernes, arropado por, entre otros, el músico Manolo Sanlúcar, la pintora Carmen Laffon, el poeta Joaquín Márquez, el ensayista Alberto González Troyano; en fin, una representación de los múltiples rostros de la cultura, incluida, por supuesto, la música.
La música debe compartir sus estancias y no permanecer aislada en pequeños cotos de privilegio. Por ello es oportuno el Ondas a Victoria y son fundamentales las iniciativas de Violeta. Son consecuencias de las lecciones del tiempo; otras lecciones. Juan Lamillar ha enunciado el camino. ¡Cómo son los poetas! Cercanos, siempre, desde la palabra, con la palabra, a la música: callada o explícita, da lo mismo.
Babelia
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