Perros y 'gorilas'

El guardaespaldas que acompaña a la señora en el asiento delantero del coche calza gorra de visera, se esconde tras unas gafas de sol y exhibe una catadura de asesino que almidona el cuero cabelludo. El aterrador gorila no pestañea, no mueve un músculo, ni menos desenfunda. No puede hacerlo: es un muñecote de cartón piedra que da el pego a dos metros de distancia. Los parcos resultados de la lucha contra el crimen en México, que el pasado año registró 1,5 millones de delitos -el 94% impunes-, favorecen a las empresas de seguridad y ocasionan cuantiosas pérdidas: casi 7.000 millones de dólares anuales, según cálculos de organismos privados. "Yo me quedo con mi perro", comentaba una víctima en una escuela canina. Antes tuvo un escolta que, prudentemente, se arrugó en un asalto. El noble bruto apresó por la bocamanga la extremidad de quien la aventuró un día por la ventanilla. El revólver cayó en el vehículo, y a buen seguro que el caco hubiera quedado manco de no haberse educado el chucho en una academia solvente. A una orden, soltó la presa.