_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Copas

JUANJO GARCÍA DEL MORAL El clima, las costumbres y el carácter valencianos favorecen un fenómeno que llama poderosamente la atención a los forasteros que se acercan por estas tierras coincidiendo con un fin de semana y acuden por la noche a las zonas de marcha: grupos de jóvenes se reúnen, vaso en mano, a las puertas de los locales de copas. Algo imposible en ciudades de clima no tan benigno como el que disfrutamos aquí e impensable en países en los que el consumo de alcohol en público está severamente regulado, hasta el punto de estar prohibido, no ya en la calle, sino también, a partir de ciertas horas, en locales públicos. La ley valenciana de prevención de Drogodependencias de la Generalitat, aprobada en 1997, prohibió la venta, suministro y consumo de bebidas alcohólicas "en la vía pública, salvo en los lugares de ésta en los que esté debidamente autorizado, o en días de fiestas patronales o locales, regulados por la correspondiente ordenanza municipal". Un texto legal que fue considerado en exceso restrictivo y que el Ayuntamiento de Valencia, incapaz de ejercer un control efectivo para garantizar su cumplimiento, suavizó la pasada semana al modificar la ordenanza municipal que regula las actividades en la vía pública. Pero la decisión municipal, que no parece destinada tanto a ampliar las libertades individuales cercenadas por esa ley como a contentar a algunos empresarios y a una clientela en edad de votar, acaba propiciando el consumo. La medida ha sido criticada por las asociaciones vecinales, pero no porque quieran limitar la libertad de los ciudadanos, sino por las múltiples molestias que la costumbre de consumir las copas en la calle supone para los ciudadanos que tienen la mala suerte de que la zona en la que viven se ponga de moda como zona de marcha. Y es que, si la ley era excesivamente restrictiva, con la nueva ordenanza prácticamente cualquier excusa será válida para permitir la venta y consumo de alcohol en la calle. Ni una cosa ni la otra. Ni la botella en una bolsa de papel como vemos en las películas americanas, ni la murga de madrugada contra la que, además, nada puede hacerse -salvo sumarse a ella- si resulta que cuenta con permiso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_