Las drogas provocan cambios en el cerebro que facilitan la recaída
Los investigadores tratan de averiguar por qué la visión de una jeringa incita a tomar heroína
Como sabe muy bien todo el que haya querido dejar el tabaco, es mucho más fácil dejar una sustancia adictiva que mantenerse lejos de ella. Esto es válido prácticamente para todos los adictos y todos los tipos de adicciones, ya se trate del alcohol, de la cocaína, de la heroína, de la nicotina o de las anfetaminas. Mucho después de que la droga se haya eliminado del cuerpo, el mono puede estar latente o volver a aparecer de manera repentina. La consecuencia suele ser la recaída. "El uso prolongado de drogas transforma el cerebro", dice Alan Leshner, director del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos.Gran parte de la investigación realizada hasta ahora sobre los mecanismos de actuación de las drogas se ha centrado en las propiedades de intensificación -es decir, de producir placer- que tienen estas sustancias. Lo que se ha averiguado es que este placer está relacionado con la capacidad que tienen las drogas de irrigar determinadas partes del cerebro con dopamina, una sustancia que utilizan las células neuronales para comunicarse entre sí. Pero aunque el aumento o disminución de dopamina puede alterar las células del cerebro de manera que genera un apetito irrefrenable, los investigadores no creen que estas alteraciones expliquen todos los efectos a largo plazo del abuso de las drogas.
Ahora, la investigación se centra en otros sistemas del cerebro. "Hemos aprendido mucho sobre la intensificación", dice Eric J.Nestler, un investigador de la adicción en la Universidad de Yale. "Pero hay también otros aspectos de la vida de un adicto que tienen que ver con la memoria y los reflejos condicionados". Los investigadores han averiguado que las drogas provocan en los adictos algunos cambios en el cerebro muy parecidos a los que se producen cuando se forman determinados tipos de memoria.
Memoria adicional
Alcino Silva, que estudia la memoria en la Universidad de California en Los Ángeles, afirma: "La adicción puede secuestrar determinados sistemas naturales que se utilizan para aprender y para recordar". En este proceso desempeñan un papel esencial los llamados "recuerdos emocionales", que son los registros mentales de acontecimientos que despertaron emociones intensas, fueran maravillosas o terribles.Cuando se producen momentos de especial intensidad se crean recuerdos emotivos que se depositan en determinados circuitos cerebrales. Esos recuerdos se almacenan como un código en una parte del cerebro que funciona fuera del control consciente y a veces adquieren vida propia, entrometiéndose en la mente cuando no lo deseamos. Cuando se reactivan los recuerdos emocionales, excitados quizá por un sabor, un olor, una música o cualquier otra señal de la que una persona puede no ser siquiera consciente, pueden llegar a evocar las mismas emociones intensas que contribuyeron a crearlos.
Muchos investigadores de la adicción creen que el recuerdo de haber estado colocado forman parte de esta categoría de memoria emocional y contribuyen al impulso irrefrenable de consumir droga que a veces se tiene y, en consecuencia, a la recaída.
Una imagen
Aunque una recaída puede producirse sin motivo aparente, muchos adictos afirman que sienten el mono cuando ven algo relacionado con su drogadicción, que puede ser una jeringa, una pipa para crack o un cigarrillo. O cuando visitan el lugar donde solían drogarse. También la tensión emocional puede hacer revivir el mono. Del mismo modo que una simple pizca de cualquier droga puede hacer recaer en la adicción tras una larga abstinencia. Y los pensamientos obsesivos que se despiertan a continuación, dice Leshner, "son la definición misma de un recuerdo emocional".Gran parte del interés por la memoria emocional tiene su origen en los estudios de Joseph LeDoux, de la Universidad de Nueva York. Trabajando con ratas adiestradas con descargas eléctricas para temer un sonido determinado -una respuesta de memoria emocional- ha descubierto que los recuerdos emocionales se forman en la amígdala, una estructura almendrada situada en la parte profunda del cerebro.
Según LeDoux, la función de la amígdala es reaccionar instantáneamente cuando detecta una señal de peligro -el sonido en el caso de las ratas-, emitiendo mensajes que preparan al cuerpo para la lucha o la huida y que generan un estado de temor. La amígdala humana funciona de una manera muy similar. Reacciona en unas pocas milésimas de segundo, y eso hace que a veces las personas pueden responder a señales de las que no son conscientes. Aunque LeDoux se ha centrado en el temor, no es éste el único aspecto en el que media la amígdala, que contiene 13 áreas, llamadas núcleos, y, por lo que se sabe, sólo dos de ellos tienen que ver con el temor. Los demás pueden hacer funcionar otros tipos de memoria emocional. "La amígdala está presente en muchos de los estudios sobre la adicción", dice LeDoux.
Michaela Gallagher, de la Universidad John Hopkins en Baltimore, indica que el abuso de las drogas puede afectar también a la corteza cerebral, inhibiendo una zona encargada precisamente de controlar la amígdala, y eso puede hacer que ésta sea especialmente sensible a algunas señales.
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