"Todo está en regla, maestro"
Eras las 2.45 del sábado y el Candela estaba hasta los topes. El bar flamenco con más solera y sabor de Madrid es el lugar de encuentro los días de concierto. El viernes había cantado Diego el Cigala en el Colegio de Médicos y la compañía de Sara Baras había vuelto a triunfar en el teatro Apolo. Pero había muchos otros flamencos de paso por Madrid. Estaba el dúo jerezano Navajita Plateá, la bailaora La Tobala y su marido, Pedro Sierra, el violinista Bernardo Parrilla...Más o menos era el ambiente normal de cualquier mes, con las mesas llenas de gente entregada a la tertulia, los sempiternos guiris en visita de inmersión jonda, los gitanos jugando al futbolín, Camarón sonando vivo por los altavoces y la pintura de Bonifacio Alfonso presidiendo el local.
Pero de pronto, en la puerta, empezaron a asomar unos policías de 1,90 de altura tocados con cascos-escafandra. No hubo patada en la puerta ni todo el mundo al suelo, pero la cosa empezó a ponerse cada vez más tensa: algunos clientes que quieren salir no pueden hacerlo; otros que quieren entrar tampoco. El jefe de la brigada le pide a Miguel Candela, el dueño, las licencias y permisos. "Todo está en regla, maestro". La prueba es que Camarón sigue gritando al cielo por los bafles.
Pasan unos minutos y entonces se acaba la retención. "Desalojen el local, por favor", ordena el policía. Uno a uno, los clientes van saliendo a la calle. Tres furgones y unos 30 o 40 antidisturbios esperan. Van pidiendo a los clientes que se vacíen los bolsillos y lo pongan todo encima de un cubo de basura (bastante sucio). En media hora, el local está vacío de flamencos. La policía, provista de linternas recorre los baños, los almacenes, la cueva helada y mira debajo de las sillas de enea. Mientras tanto, la juerga ya ha empezado fuera. Alguien grita "flamenco, sí; fascismo, no". Una de las gaditanas se arranca a bailar por bulerías. El nutrido coro de palmeros (unos 120) empieza a dar palmas a compás. Para entonces, la búsqueda de armas blancas y estupefacientes ha concluido. Los policías han encontrado "varios restos de porro por el suelo; un trozo de algo que parece hachís, de un gramo de peso aproximadamente", según reza un papel azul que le entregan al dueño del local. "Además, Antonio F. V., vecino de Ciudad Real, se hallaba fumando un porro en el momento de nuestra llegada", declara a este periódico el jefe de la operación. Lo que no dice son las iniciales y los cargos que pesan sobre el joven oriental y el rubio polaco que se llevan esposados. "¡Cómo no hay chinas ni navajas de Albacete, os lleváis al chino y al portero", les suelta una voz.
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