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Entrevista:DESVÁN DE OFICIOS: CORCHERO

"La gente viene a buscar remedio cuando se harta de oír al vecino"

El corcho no siempre está a flote. Y menos cuando se trabaja de forma artesanal. La culpa la tiene, en gran parte, el plástico industrial: le ha arrebatado el cierre de casi todos los envases. Sin embargo, Fernando de María, de 37 años, sigue fiel a la tradición familiar: es corchero de quinta generación y fabrica tapones a medida."Vamos a contracorriente porque este negocio no está fundado con arreglo a los tiempos", reflexiona este comerciante artesano. Prueba de ello es que los establecimientos dedicados a la corteza del alcornoque han desaparecido progresivamente: "En Madrid queda un par de ellos, pero el nuestro es el único que mantiene la fabricación", asegura Fernando.

Las corcheras se hunden, pero en la que regenta De María la actividad es frenética. Se despacha incluso en plan drive-in, como en los establecimientos norteamericanos donde se compra sin salir del coche: la dificultad para aparcar frente a la tienda de la calle de la Colegiata, 4 (junto a Tirso de Molina), provoca que algunos clientes entren disparados y requieran atención urgente.

Este público con prisa y riesgo de multa suele adquirir el producto más demandado en el local, el corcho de aislamiento. "Es que las casas de ahora tienen los tabiques muy finos y cuando la gente se harta de oír al vecino viene aquí en busca de remedio", explica Fernando. El segundo lugar en las ventas es para el corcho decorativo y el de pavimento. Todos ellos son de fabricación industrial y ya ajena a la casa.

"Nosotros llegamos a tener una fábrica con 40 empleados en Pozuelo de Alarcón, pero tuvimos que cerrarla en los años setenta, cuando los medicamentos, las lejías y los refrescos se pasaron al tapón enteramente de plástico y sin corona de corcho", recuerda De María. Ahora no le queda más taller que el del sótano de su tienda, llamada Corchera Castellana, al que se accede por una trampilla.

Abajo, el olor a corteza de alcornoque es aún más intenso. Tampoco podía ser de otra manera: los sacos de corcho colman el espacio que las máquinas dejan libre. Esta cueva es el santuario de la artesanía corchera, con varios productos estrella: moldes, esferas y tapones. También hay cabezas de alcornoque... que partirán rumbo a los escaparates. En mejores épocas llegaron a trabajar aquí una veintena de empleados. Ahora, cuando hay pedidos, sólo se afanan Fernando y su hermano Jesús Enrique.

-¿Cómo se hace un tapón?

-El corcho, tal como sale por primera vez del árbol, es muy rugoso y sólo vale para decorar nacimientos. Le llamamos bornizo. El que vale es el segundero, que sale de las pelas siguientes. Se toma una lámina y se coloca en la máquina perforadora, que corta tapones cilíndricos. Después hay que pasarlos por la máquina de conicidad, para que los conforme más estrechos por abajo que por arriba.

La herramienta eléctrica escupe tapones con ruidosa rapidez. Los diámetros oscilan entre los tres milímetros y los 15 centímetros. "También los podemos hacer mayores", asegura De María. Corchos a medida.

-¿Cuánto cuesta uno?

-Depende del tamaño y del tipo de material. En términos generales, el tapón de calidad menor se vende a ocho pesetas; el medio, a 20, y el mejor, que suele durar entre 10 y 20 años, a 40. ¿Qué cosa de calidad y con ese precio dura tanto? Es que el corcho no se valora. Pero es que ni en el refranero. Para decir que alguien es tonto se dice que es un alcornoque.

-¿Los tiempos del ecologismo no ayudan?

-La verdad es que no he notado más clientes porque esté de moda lo natural, pero tampoco sé si un cliente entra porque es ecologista.

-¿Quién encarga moldes?

-Los sombrereros y los diseñadores de moda, por ejemplo. Traen los patrones para que les hagamos el modelo sobre el que armarán su trabajo. También se hacen moldes para barbas postizas. Igualmente fabricamos alzas para los zapatos, tacos para aumentar los pedales de las bicicletas de los niños o tablones de anuncios, que ahora están muy de moda en los colegios, sobre todo en los privados.

-¿Y las cabezas?

-Suelen pedirlas los expertos en crear pelucas. Para hacerlas, primero hay que pegar varios bloques de corcho con cola de contacto, hasta lograr el tamaño requerido. Luego se modela el bloque con cuchillo y escofina para perfilar los rasgos.

De María habla con cierta nostalgia de los múltiples objetos que ha dejado de hacer y que aún adornan su tienda, como las cajas de dulces o las casitas: ya no son "competitivos" frente a la más barata producción industrial. Un escaparate a la nostalgia.

"De vez en cuando se hace alguna caja para botellas de lujo, pero cada vez menos, porque salen muy caras", detalla Fernando. Una de las joyas de la casa, un libro de corcho deliciosamente decorado, sólo revive a instancias de un comerciante de Alcalá de Henares, que lo vende a los turistas. Entonces, Fernando de María traza con mimo un título que no le es ajeno: Don Quijote de la Mancha. O del corcho.

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