Un vergel diminuto
El occidente de Sierra Morera es, entre montañas y valles, es refugio de una variedad ingente de flora y fauna de cuyo valor ecológico da fe la sucesión de espacios protegidos que la Administración ha constituido en la región en los últimos años. El terreno escarpado, la limitada presencia del hombre y lo virado de los caminos han permitido que el paisaje apenas haya cambiado en años. En el Parque Natural de la Sierra Norte, encajonado entre la Sierra de Aracena (Huelva) y la Sierra de Hornachuelos (Córdoba) conviven robles, linces, rapaces, encinas, nutrias y alcornoques. Claro que la observación no es fácil. Para ver a los animales, sobre todo a algunos como el lince o el águila imperial ibérica -una de las cuatro aves más amenazadas de Europa-, hay que tener mucha paciencia, suerte y tiempo por delante. La flora trae menos problemas, siempre que uno sea capaz de distinguir un espino negro de una adelfa o un jaguarzo y un roble de un castaño o un avellano. Y tenga ánimo para recorrer las sendas que cruzan las 170.000 hectáreas protegidas. En el Parque domina la dehesa, que deja paso en ocasiones al paisaje estepario (al sur de Guadalcanal) o a los bosques de galería que flanquean los primeros tramos de los ríos Huéznar y Viar (al norte). Contrastes separados por decenas de kilómetros que los responsables del Parque han acercado en un recién plantado jardín botánico. "Es como el Parque, pero en miniatura", explicaba su director, Fernando Ortega, en la inauguración de este diminuto vergel de 150 especies, ubicado en terrenos anexos al centro de visitantes El Robledo, en el término municipal de Constantina. Una agradable caminata basta para pasar, en minutos, de la zona caliza, en la que adelfillas pugnan por salir entre las rocas al ecosistema imperante en el sur de El Pedroso: espárragos, jazmines y palmitos son los consortes del rey de este lugar, el acebuche. En el jardín botánico hay también un arroyo -nutrido por un pequeño venero-, que la imaginación y los árboles infantes que lo flanquean convierten en río. Los alisos marcan su nacimiento y los fresnos y álamos, sus tramos más altos. El avellano y el fresno dominan la transición hacia robles y nogales. El agua se remansa entre chopos y sauces para desembocar en una pequeña laguna. "Hay un sistema de bombeo por si la sequía dejara seco el arroyo", indica Ortega: ventajas de los parques a escala. Pequeños carteles acompañan la visita: "Sus ramas son usadas por los zahoríes para localizar aguas freáticas" (sauce); "se obtiene el colorante de un insecto que vive en sus hojas" (grana); "usada como combustible para prender fuego al frotarlo con pedernal" (manzanilla yesquera). El rigor científico de estas pequeñas anotaciones pone cerco incluso a términos tan etéreos como esencia, que resulta ser un mecanismo "para evitar la excesiva transformación o pérdida de agua por sus hojas". Las hojas de la lavanda, el orégano, el romero, el torongil, el arrayán o la menta dejan escapar trazas de aroma, a la espera de tiempos más caídos. Al final del trayecto aguardan, en amplias jaulas, lechuzas, búhos, aguiluchos, milanos y otras rapaces tratados por técnicos del Parque y cuya vida peligraría en libertad. Datos prácticos Jardín Botánico del Parque Natural de Sierra Norte de Sevilla. Centro El Robledal, carretera El Pedroso a Constantina (a unos 100 kilómetros de Sevilla). Tf. 955 58 12 26. Entrada libre. Visitas guiadas para colegios.
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