Ford queda dañada
Tras diez meses de conflicto, la empresa Ford y los sindicatos han firmado el convenio colectivo para el periodo 1998-2000, aprobado por el 70% de la plantilla, lo que ha sido recibido con gran satisfacción general. Es de temer, sin embargo, que el tiempo demuestre que se trata de un cierre en falso de la herida abierta entre la multinacional y las organizaciones sindicales.El traslado de una parte de la producción del modelo Focus a la planta alemana de Saarlouis parece indicar que Ford apuesta por localizaciones productivas con un sistema laboral más flexible. Decisión especialmente inquietante cuando la empresa debe decidir, a comienzos de año, si encarga la construcción de nuevos modelos de motor a la factoría de Almussafes. Sólo entonces podrá comprobarse hasta qué punto el convenio ha despejado las dudas de la dirección.
Los sindicatos tienen una responsabilidad inocultable en el cierre en falso de este conflicto. Su insistencia en peticiones demagógicas e impracticables, como la de subir el nivel salarial en bloque de los trabajadores de la planta de montaje -un área de producción en la que son mayoría CC OO y las facciones escindidas de este sindicato, SPV y PUT-, ha retrasado absurdamente el acuerdo y, al final, no han sido incorporadas en el acuerdo laboral. La dirección de Ford admitió después del verano las reivindicaciones razonables de los sindicatos. Hasta el punto de que la mayoría de los asuntos contenidos en el ultimátum lanzado por la compañía el pasado 23 de octubre son los que se han aprobado en el convenio: subida salarial del 2,6%, subidas del IPC más 0,5 puntos en los dos años siguientes, reducción de la jornada laboral a 36,5 horas semanales y tercer turno de producción a partir del año 2000. La posición de los sindicatos ha hecho aguas en dos de los puntos decisivos del pulso con la empresa: la petición de nuevas incorporaciones para hacer frente a la producción del Focus y la exigencia de aumentar los salarios en el área de montaje.
La actuación de las organizaciones sindicales en Almussafes plantea serias dudas sobre su capacidad para adecuar sus métodos de negociaciones a las nuevas condiciones de un mercado global. Cuando las empresas pueden trasladar la producción de miles de unidades entre fábricas de la misma área económica sin perjuicio para sus cuentas de resultados, los sindicatos deben cambiar sus hábitos de negociación, basados hasta ahora en la resistencia política, y dar prioridad a los criterios de mantenimiento de la producción y el empleo.
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