_
_
_
_

Hijo mío..., ¡cuánto me dueles!

"Mami, te mataré, te juro que te mataré... cuando estés dormida, con un cuchillo de sierra en el cuello"... "Mami, te quiero, eres la mamá más buena del mundo"... "Ojalá te mueras, ojalá te pille un coche"... "Mamá te adoro...". Después de diez años escuchando estas frases, tal vez debería haberme acostumbrado, pero me pregunto: ¿es que puede una madre llegar a acostumbrarse alguna vez a oír de labios de quien más ama este tipo de frases?Seguro que quienes están comenzando a leer esta historia estarán pensando que tú, hijo mío, eres un un drogadicto, un chico de la calle que has ido creciendo sin amor; me niego a que sigan creyendo todo esto de tí, mi pequeño..., todavía eres un niño, apenas 14 años, y sin que sepamos las causas, has nacido con una grave enfermedad mental; tu corazón es bueno pero tu mente está totalmente perturbada y no eres capaz de controlar tus impulsos, impulsos que, en contra de tu voluntad, tienden a hacernos, a quienes más te queremos, todo el daño posible, hasta el punto de tratarnos con crueldad. Realmente, hijo, me das tanto miedo..., pero te quiero tanto...

Más información
La reforma psiquiátrica se queda a medias

¿Recuerdas cómo te conocí? No, claro, ¿cómo vas a recordarlo?, sólo contabas veinte días de vida; yo había cruzado el Atlántico para ir a por tí. Mis embarazos nunca habían llegado a buen puerto, y entonces, papá y yo, nos planteamos adoptar varios hijos; primero fue tu hermana, una niña sana, buena, inteligente, alegre. Tres años más tarde repetimos la experiencia contigo; al observar tus ojitos por vez primera supe que eras un niño diferente, hecho que, quienes cuidaban de ti, trataron de ocultarme; tenían miedo de que yo te rechazase, no sabían que te amé desde el mismo instante en que te vi.

Desde aquel instante comenzó un auténtico calvario. Fue un peregrinar por neurólogos, psicólogos, psiquiatras, organismos, asociaciones, centros escolares..., y así han pasado ya catorce años. Los diagnósticos eran variados e imprecisos: hiperactividad, disfunción cerebral mínima, inteligencia límite, cuadro múltiple de tics, coprolalia, ecolalia, etcétera,hasta llegar al más reciente: minusvalía psíquica del 33% y también síndrome de Guilles de la Tourette, mal del que se conoce sólo su sintomatología. Unos sintomas a los que hay que añadir una conducta absolutamente incontrolable en estos momentos, a pesar de la enorme medicación a que estás siendo sometido.

En un principio intentamos por todos los medios buscar tu curación; descartada esta posibilidad, centramos nuestros esfuerzos en lograr una mejoría, pero, desgraciadamente, también ésta parece imposible. Tu mente se va deteriorando a pasos agigantados y tu conducta está llegando a límites insospechados, hijo mío, también mi dolor parece no poder ser más grande en estos momentos.

Una vez descartada tu mejoría, todas nuestras fuerzas se encaminaron a buscar un centro adecuado para asegurar tu futuro. Aquí, en casa, nuestra integridad se ve amenazada y tú también corres el grave peligro de cometer algo irreparable. Comenzamos a consultar organismos, asociaciones, fundaciones, profesionales y..., lamentablemente..., todas las puertas cerradas. Creo que deberían estudiar individualmente cada caso porque con estos enfermos, no es únicamente él y su familia los que peligran, sino que es toda la sociedad la que ya está sufriendo las consecuencias. Bien está el que hayan desaparecido los terribles manicomios, tal y como estaban concebidos, pero, al mismo tiempo deberían haberse ido creando nuevas opciones para casos puntuales.

Yo ya no puedo contigo, hijo mío, y aun con el profundo dolor que me va a causar tu separación, sigo luchando para encontrar ese centro donde expertos puedan atenderte y controlarte, y sobre todo, sepan tratarte como a un ser humano toda tu vida.

Y el tiempo sigue pasando, entre el miedo y el amor. Ya dormimos, si a eso se le puede llamar dormir, con la puerta de la cocina con llave, guardando cuchillos y tijeras, porque siempre tu debilidad han sido los cuchillos.

En estos momentos sigue el peregrinar por instituciones y siempre las mismas "disparatadas" conclusiones: "Como son ustedes una familia normal nada podemos hacer. Hay centros para niños maltratados, sin recursos económicos, etcétera, pero en este caso no hay nada que hacer".

"Se podría someter el caso a juicio, y si así lo dispone el juez, tendrían que renunciar a su tutela"... ¿Cómo pueden pensar en que yo voy a renunciar a ti...? ¿Es que a alguna madre, por tener un hijo enfermo, le piden que renuncie a su hijo para poder atenderle debidamente? "Es que, hasta que no haya un delito de sangre, nada podemos hacer...", "y... ¿entonces?", "entonces nos llevaríamos a su hijo detenido"...

Éstas son las respuestas, pero no me resigno, no voy a consentir que tú vayas a la cárcel. Estoy aportando un dossier de informes donde claramente se determina que eres un enfermo, y hasta acompaño este dossier con cintas grabadas dentro de casa para que puedan calibrar el ambiente de tensión emocional que se respira.

En estos momentos me veo entre la espada y la pared. No deseo separarme de ti, mi amor, pero tú sabes que somos una familia y me veo obligada a velar por la integridad de esa familia. Todos formamos una piña, todos te queremos con locura, pero, a pesar de ello y por eso mismo, esta familia no puede seguir expuesta a alguna desgracia que la destrozaría para siempre, y entonces tú, mi amor, ¿qué harías?

Seguro que quien no me conoce y está leyendo esta terrible historia de mi vida pensará que soy una mujer desesperada, sin ganas de vivir. Se equivoca, soy creyente y cualquier circunstancia, especialmente las adversas, le dan un sentido a mi vida. No quiero decir que me guste el sufrimiento, pero quien me conoce sabe que soy una mujer vital, alegre, activa. Me gusta regalar vida, y aunque tengo momentos en que me derrumbo y tengo que llorar, pronto me sobrepongo.

No veo una luz en el camino, pero estoy segura de que Dios nos dará la fuerza a ti y a mí para seguir. Y, ¿sabes?, tú me estás enseñando a ser más tolerante, más solidaria, a comprender mejor el sufrimiento ajeno y, sobre todo y ante todo..., a amar. "ALMA"

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_