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Tribuna
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Los efectos de la ausencia de gravedad

Cuando estas líneas aparezcan, Pedro Duque estará ya acompañado de forma ineludible de esa fuerza de nombre tan solemne, gravedad, de la que él ha podido desembarazarse transitoriamente. Bienvenido.Tal vez uno de los aspectos más llamativos de la ingravidez sea la percepción por el propio cuerpo de los cambios fisiológicos que obligan al organismo a realizar adaptaciones sorprendentes para conservar su identidad. Sangre, hormonas, receptores de varios tipos, músculos, osamenta y muchos otros de nuestros sillares entran en un baile maldito al que hay que poner freno para no sucumbir. Y así, cuando la masa de sangre que en posición vertical sometida a la gravedad tiende a acumularse en las regiones inferiores del cuerpo, se ve liberada de la atracción terrestre, es desplazada hacia las zonas superiores, produciéndose una redistribución que explica la hinchazón de la cara. Las piernas, por el efecto contrario, adelgazan. Los expertos, irreverentes, hablan de "patas de pollo".

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El aflujo de la sangre hacia la parte superior del cuerpo afecta al corazón, que no está habituado a esa sobrecarga. Los receptores de volumen de este órgano, entre otros, dan una señal de alarma. El cerebro es informado y pone en marcha la inhibición de una hormona de nombre elocuente: antidiurética. Su disminución en la sangre junto a la puesta en escena de otra disminución hormonal que afecta a la pérdida de sal por el riñón, explica las pérdidas de peso al poco tiempo de iniciado el vuelo, como resultado de una gran excreción de orina.

Al quinto día, aproximadamente, el cuerpo, falto ahora de líquido por la pérdida de orina, invierte los mecanismos. El peso y los volúmenes del astronauta vuelven a la normalidad. Además el cuerpo cambia tambien en su talla. Los astronautas se hacen más esbeltos mientras ejercen de tales y sólo vuelven a su tamaño cuando regresan a la tierra.

Estos cambios no parecen entrañar peligros que comprometan la salud. Algo menos estudiado es el problema que supone el deterioro de los huesos durante el vuelo. Se sabe que existe una pérdida de masa ósea, especialmente en el talón, con el consiguiente aumento de calcio en la sangre, dónde éste es recogido. Ese calcio en exceso debe ser eliminado por los riñones, con el peligro de formación de cálculos. Por el momento no se tienen las claves para comprender este deterioro.

Muchos otros sistemas corporales se despistan en ausencia de gravedad. Los receptores que nos ayudan a mantener el equilibrio, situados en el oido interno, reciben señales a las que no están acostumbrados. Por fortuna, los efectos desaparecen muy pronto.

Elena Escudero es profesora de Fisiología. Universidad Autónoma de Madrid.

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