El Estatuto de Gernika
Dígase lo que se diga, bajo las decisiones, debates o declaraciones que se escuchan estos días o se tomarán en los próximos (incluido el pacto de gobierno) subyace la idea de una posible readecuación de la situación constitucional de Euskadi. Y si siempre es recomendable el tono mesurado, lo es especialmente en la actual coyuntura. De modo que lo que aquí se diga, se dice desde ese talante discreto y apelando a la razón antes que a la pasión. Pero así, tranquilamente, debe decirse que si algo triunfó en las pasadas elecciones desde la perspectiva constituyente es la idea -si no la letra- del Estatuto de Gernika. Si alguna lectura sólida hemos de darle a la voluntad general del cuerpo electoral es ésa y no otra. Desde luego no la propuesta de Lizarra. El propio PNV y su candidato Juan José Ibarretxe se ocuparon de aparcarla desde el primer día de campaña. ¿Apelar a París, incorporar Navarra e Iparralde, etc? Está claro que ése no es sino un desideratum remoto de un sector de la población del país. No hay sino escuchar a Ibarretxe para comprobarlo, o repasar la reciente Declaración de Santiago, o, sencillamente, recorrer las calles de Euskadi, cosa que no sé si hacen mucho los reunidos en Estella. Desde luego, no es algo que urja. Otra cosa es que sea una aspiración legítima y alcanzable en el actual ordenamiento jurídico (con la tendencia histórica hacia una Europa unida). Lo es, sea o no deseable, y normativamente pueden habilitarse vías. Sólo requiere dos condiciones: una mayoría cualificada y el acuerdo de los ciudadanos con quienes hoy convivimos. Tampoco una opción rabiosamente anti-nacionalista y española puede decirse que haya triunfado como resultante general de las elecciones. Pero eso lo aceptan quienes lo han impulsado (cuanto menos, en el PSE). Sin embargo, no debe despreciarse la existencia de ese voto, tan poderoso como el nacionalista. Tampoco la lectura propuesta por Arzalluz (ahora en funciones de ornitólogo, creo) resulta interesante. Ni para decir "nosotros hemos ganado" por 41 a 34, ni para, sensu contrario, constatar que en las sucesivas elecciones el nacionalismo ha pasado de tener el 64% del voto a tener el 54%, mientras los partidos no nacionalistas pasaban del 31% al 44% de las últimas elecciones. No resulta interesante porque esa lectura nos conduce a entender la confrontación política como una extensión de un conflicto inexistente entre comunidades. Por esa vía hacemos un flaco favor al país. Queda la lectura más razonable, la que se está haciendo a la hora de formar gobierno, la que apuesta por una fórmula de consenso y coalición entre nacionalistas y no nacionalistas, pues ésa es la opción por la que se inclina el país, los vascos. Y ésa es, en términos constituyentes, la opción que se hizo en Gernika un 29 de diciembre de hace veinte años, la del Estatuto hoy en vigor. Hubo que lograr un consenso entre quienes querían una Euskadi unitaria y quienes la querían foral; entre quienes dejaban al margen a Navarra y quienes proponían su integración (ahí quedó abierta la vía del referéndum que hoy reclama Otegi, sin mayoría cualificada, por cierto); entre nacionalistas y no nacionalistas. Hubo que hacer un esfuerzo especial por incorporar a UCD; a sectores foralistas de Alava (desde el diputado Morales Moya a Ramón Bajo, recuérdese; y hasta a foralistas del PNV como Emilio Guevara). Acordar desde UCD a EE, y acordar entre los parlamentarios vascos para luego proponer al Parlamento español (que lo aceptó en su integridad). Un acuerdo que se puso al amparo de una Constitución que protegía los derechos humanos según la legislación internacional al respecto (artículo 10; sobra el artículo 8). Aquel fue un buen método y completarlo (ésa es la cuestión aún hoy) sería labor de todos. Faltó, eso sí, la guinda de HB, de la gente que le ha apoyado. Hoy es un nuevo tiempo, confío, y, en este sentido, me interesa menos el comunicado con que ayer nos regalaba ETA que las palabras de Arnaldo Otegi: no caeremos en la tentación de marginar a ningún sector del país (error de Argel). Confieso que me interesa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.