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Contra la usuraM. VÁZQUEZ MONTALBÁN

Administrada con usura la convocatoria de las elecciones autonómicas de Cataluña, el tiempo puede deteriorar los entusiasmos alternativos o, al contrario, puede actuar inteligentemente todavía a favor de la construcción de un impulso social de cambio. Poco se ha hecho en esa dirección. Una cosa es el impulso social de cambio y otra las reuniones sectoriales de amigos y conocidos de Pasqual Maragall para promocionar a quien está en condiciones de ser el relevo de Jordi Pujol, pero no a cualquier precio. Y mucho menos al precio de arriesgar un desmantelamiento de las izquierdas catalanas de pensamiento, palabra, obra y omisión, para que el resultado fuera un insuficiente crecimiento cuantitativo del voto socialista, tan insuficiente que Pujol siguiera gobernando con cualquier bisagra, el PP la más probable, y Maragall se quedara a las puertas del reino más acompañado de socialistas, lo que no quiere decir mejor acompañado. Cuatro años de cabeza visible de la oposición al general De Gaulle son muchos años, sobre todo si no hay garantía de encabezar realmente la cadena de mando del propio partido. De proseguir el actual merodeo preelectoral, está claro que la estrategia de los llamados capitanes del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), sujeto colectivo que podría ser mero tigre de papel, es la vampirización de todo el voto potencial de la izquierda aun a sabiendas de que por este camino no queda garantizada la alternativa. El libro del debe y el haber del cálculo burocrático ya cumple si demuestra un aumento de voto y además se sigue en el limbo de una oposición que no ha de comprometerse ni en la teoría ni en la práctica con actuaciones materializadoras de la metafísica nacionalista. No es que la burocracia del PSC sea peor o mejor que otras, es que ésa es la lógica de la conducta de cualquier aparato que disponga de espacio y tiempo suficiente para seguir sumando quinquenios sin necesidad de gastarse. En las piras del pasado ardieron Obiols, Nadal y huele a chamusquina Narcís Serra; ¿por qué no Maragall? Incluso el candidato de Estado José Borrell a veces da la impresión de ir por la vida y por Guadalajara con el rostro marcado por aquella desconfiada máxima del Che: "Que Dios me libre de mis amigos, que yo ya me cuido de mis enemigos". No se trataba de convertir la alternativa Maragall en una mera suma de acuerdos entre partidos de izquierda con vistas a que el voto útil no dejara el ecosistema político catalán lleno de cadáveres y destrucciones. Esos acuerdos deben existir, pero serían mera geometría superestructural si no fueran el resultado de una movilización social por el cambio. Esa movilización no debe ser instrumentalizada en provecho de una interpretación sectaria del voto útil, sino como el respaldo de un compromiso implícito y explícito de que el refuerzo del voto alternativo diferenciado va a ir a parar finalmente a la alternativa Maragall. Ese impulso social debe remover el poso frustrante de la abstención y promover un voto para las formaciones políticas que apuesten para el cambio, sin apuntar a una sola, ni apuntar a que Iniciativa per Catalunya pague los platos rotos del voto útil. El naufragio de Iniciativa significaría un serio deterioro del ecosistema político catalán que ha tenido en los herederos del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) un instrumento crítico y parlamentario enfrentado a los juegos de manos de nuestro general De Gaulle, unas veces a cuatro manos con el PSOE, otras veces con el PP. La necesidad del cambio debería convertirse en un compromiso higiénico sanitario y rehúyo la expresión compromiso histórico por si no se lleva. Antes de que el pujolismo pase de la condición de quiste a la de tumor cerebral de la catalanidad, valdría la pena una nueva lectura y organización de nuestra realidad. Los seguidores de Pujol tendrían así la oportunidad de reflexionar sobre quiénes son, de dónde vienen y a dónde van, aclararse y aclararnos si han sido una manifestación de apoyo a un hombre providencial que se autodisolverá cuando la Providencia se vaya con otro o si el pujolismo es algo más que un club y necesita un relevo dejando la aspiración de eternidad para el otro mundo. Sigo sosteniendo que Pujol y Felipe González han sido los políticos con más entidad sublimados por la transición, pero también sostuve y sostengo que el uno y el otro se habían convertido en la mejor solución y en el peor problema para sus propias formaciones políticas. Ahora ya no se trata de formaciones políticas, sino de un compromiso más amplio que nos permita bajar de las montañas sagradas y volver a hablar más allá de las oraciones simples y sin comernos las palabras finales de las oraciones necesariamente compuestas.

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