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Tribuna:DE PASADA
Tribuna
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Perdices

La Policía de Granada ha vuelto a cazar a otro ladrón de pájaros. Francisco Pedro V. A., de 26 años, fue sorprendido cuando desde el balcón de una vivienda de la calle Santiago Lozano, con ayuda de una cuerda y el concurso de un cómplice, bajaba un cuantioso botín de jaulas y de pollos de perdiz. El ladrón de pájaros, cuando avistó a la Policía, saltó desde un voladizo y vino a caer, malherido, entre los macizos de unos jardines donde fue prendido y trasladado a un hospital. Entre los cuantiosos casos de ladrones de pájaros detenidos en Granada en los últimos meses éste ha sido el primero que se ha lanzado al vacío en un vano intento por escapar como escapan los vencejos: en vuelo picado. La proliferación de rateros de aves es un misterio, pues no concuerda el esfuerzo que exige la empresa con el riesgo de detención y castigo. Los ladrones de pájaros, además, llevan consigo una carga frágil y ruidosa que compromete el éxito de la tentativa. Francisco Pedro V.A, por ejemplo, era consciente de que una mala caída podría ser tan dramática como un estofado de zorzales, y sin embargo arrastró los inconvenientes y expuso sus huesos por unos pocos pollos de perdiz. ¿Se trata de una liga filantrópica de liberación de animales domésticos la que planea los asaltos de los ladrones de pájaros? No hay pruebas contundentes, sólo vagas sospechas. Al contrario que las ciudades muy venteadas, donde los maniáticos son tipos nerviosos y de muchos gestos, las de interior, como Granada, donde apenas surge alguna que otra ventolina, están repletas de sujetos serenos, dados a un tipo de desvarío metódico. En Granada, de la misma forma en que abunda los ladrones de pájaros, la profesión que más prolifera, para desesperación de vecinos y transeúntes, es la de cavador de zanjas. Toda la ciudad parece un cuerpo acuchillado, con los intestinos plastificados obscenamente al descubierto. Sólo los vecinos de la Puerta Monaita, en el Albaicín, según cuenta Ramón López, han visto cómo una legión tras otra de zapadores abría la calle, reparaba las aortas, cerraba el suelo, lo volvía a abrir, indagaba de nuevo en las entrañas, cubría el suelo con cemento... Así hasta cuatro o cinco veces. La única diferencia con los ladrones de pájaros es que los albañiles de zanjas son tipos honrados. Coinciden, sin embargo, en esayar un tipo de destreza inútil. Unos para prender pájaros, otros para encauzar miasmas.

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