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AULAS

Aulas de terremotos

Cada año se producen en Andalucía oriental decenas de terremotos de diferente intensidad y Granada, junto con Almería, registra la mayor actividad sísmica de España. Con el objetivo de estudiar estos movimientos telúricos, la Compañía de Jesús creó en Granada, en 1903, el Observatorio de Cartuja. Su continuador 95 años después, el Instituto Andaluz de Geofísica (IAG), resulta fundamental para la prevención de las destructivas consecuencias de los terremotos. A pesar de su función social, los expertos que trabajan en este organismo dependiente de la Universidad se quejan de la difícil situación económica que soportan, con un presupuesto irrisorio, nulo apoyo de la Junta y un vetusto edificio que se les ha quedado pequeño. Mientras la veintena de profesores universitarios, becarios y colaboradores que trabajan en el Observatorio logran nuevos avances en sus investigaciones, el presupuesto asignado al IAC no ha parado de menguar. Ha pasado de 24 millones en 1994 a 1.300.000 pesetas actuales. Jesús Ibáñez, subdirector del Instituto, asegura que la retirada de la financiación se debe a la escasa memoria histórica de los políticos. "No dan valor a nuestra labor hasta que no se produce una tragedia como la de 1884 en Alhama de Granada. Entonces sí toman conciencia de la importancia de investigar en este campo". Sin embargo, un principio de acuerdo entre la Universidad y la Junta ha generado esperanzas de solución. La primera aportaría una nueva sede para el IAG, y el Gobierno regional pondría a disposición de los expertos la tecnología del futuro Centro de Coordinación de Emergencias de Granada, previsto para el próximo año. Jesús Quero, delegado del Gobierno andaluz en Granada, ha explicado que este pacto convertiría el Observatorio de Cartuja en un verdadero instituto de prevención de desastres sísmicos para toda Andalucía. "Dispondría de los medios del Centro de Emergencias, lo que permitiría su funcionamiento 24 horas al día, con el consiguiente beneficio para la población".Quero, no obstante, ha condicionado el apoyo de la Junta a la búsqueda de un nuevo edificio para el IAG por parte de la Universidad. Además de su función investigadora, el Instituto Andaluz de Geofísica desempeña una importante labor docente. Aglutina a profesores de Física y Geología que, en la sede del Observatorio, imparten la práctica de sus asignaturas a más de 180 alumnos de la Universidad. "Les familiarizamos en el manejo del instrumental sísmico y se les instruye en el análisis de terremotos reales a través de programas informáticos específicos", señala Ibáñez. El interés que despiertan estas clases les ha animado a instaurar la asignatura de Sismología, establecida como de libre configuración. "Ha sido un éxito. Es el primer año que se puede cursar y, sin darle apenas publicidad, se han matriculado 70 estudiantes". Con un presupuesto anual de poco más de un millón de pesetas, el IAG sobrevive gracias a las ayudas del Ministerio de Educación para proyectos de investigación, que este año suponen 14 millones. En el último lustro, el Instituto ha enviado tres expediciones a la Antártida para estudiar sus condiciones sísmicas con dinero oficial. Sin embargo, el propio Ministerio le ha negado una subvención para trabajos de prevención en Andalucía. "No viajamos a la Antártida porque sea muy importante para nosotros, sino porque es más fácil conseguir financiación para investigar allí que en nuestra propia casa", se lamenta Ibáñez. Goteras Otro punto fuerte del Observatorio es la fabricación de su propio instrumental de medición. El subdirector asegura que el Instituto está desarrollando tecnología puntera con costos 10 veces inferiores a los del mercado y capaz de competir con el trabajo de laboratorios suizos. Prueba de ello son los encargos que ha recibido de universidades italianas para la exportación de material. "De no existir este autoabastecimiento no podríamos mantener ni renovar nuestros equipos", valorados en unos 300 millones de pesetas". Ibáñez explica que la actual sede del IAG, un edificio construido por la Compañía de Jesús a comienzos de siglo, se les ha quedado pequeña. "Además hay goteras y no reúne los requisitos de un instituto moderno", matiza. El subdirector ve con buenos ojos el acuerdo entre Junta y Universidad, y apunta cuál debería ser el presupuesto idóneo del centro: "Para que la red sísmica funcione son necesarios entre ocho y 10 millones al año; y para dar un correcto servicio a la comunidad otros cinco".

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