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"La puta de la República"

La amante de Dumas, presidente del Consejo constitucional francés, relata en un libro su relación amorosa

Mientras el procesado presidente del Consejo Constitucional francés, Roland Dumas, continúa desempeñando su alta magistratura, aparentemente inmune al escándalo que envuelve su figura, su ex amante Christine Deviers-Joncour promociona el libro La Putain de la République, que da cuenta de la relación amorosa mantenida por ambos.La matahari del grupo petrolero Elf, la atractiva mujer contratada supuestamente para que Roland Dumas, entonces ministro de Exteriores, aprobara, como así fue, la polémica venta de seis fragatas a Taiwan, no ha desaprovechado el tiempo desde que el pasado 9 de abril dejó su celda de la prisión Fleury-Mérogis.

En estos meses de libertad provisional, la amante del hoy presidente del Consejo Constitucional francés ha escrito un libro de recuerdos que probablemente no ayudará en nada a la investigación judicial en marcha, pero que parece destinado a convertirse en un éxito editorial. El mismo título, La puta de la República, tan escandaloso y sugerente como seguramente equívoco, contribuye morbosamente a garantizar el negocio. El título puede resultar equívoco puesto que resulta altamente abusivo identificar con el Estado francés al grupo de presión creado en torno al número dos de Elf, Alfred Sirven, Monsieur Fred, acusado de haber saqueado las finanzas del grupo petrolero.

Equívoco también, porque pretende homologar el comportamiento de Christine Deviers con el de las amantes y concubinas célebres de los reyes, emperadores y presidentes de la República. Por otra parte, la exquisita Christine no fue recompensada por su amante sino por aquellos que buscaban que Roland Dumas levantara su veto a la venta de fragatas a Taiwan, un asunto sumamente espinoso habida cuenta de la oposición frontal del Gobierno chino.

Uno de los cómplices de la operación seducción, Gilbert Miara, igualmente procesado, declaró el pasado diciembre a la juez Eva Joly que, efectivamente, Christine Deviers se embolsó 59 millones de francos (1.500 millones de pesetas) como comisión por haber contribuido a desbloquear la venta de las seis fragatas La Fayette. Claro que en La Putain de la République, la amiga de Dumas no habla de fragatas, sino de amor, aún admitiendo que es absurdo crer que ella haya sido remunerada a cambio de nada por una empresa filantrópica.

Temerosa, quizá, de que la Justicia termine por despojarle enteramente de las comisiones vertidas por Elf a sus cuentas suizas entre 1989 y 1993, la muy especial empleada de la petrolera estatal francesa se ha procurado ya con su libro unos ingresos iniciales de unos 600.000 francos. Después de haber dispuesto de una tarjeta de crédito ilimitado que superaba los 200.000 francos de gastos mensuales, de poseer un piso de 400 metros cuadrados en lo mejor de París, por el que pagó 17 millones de francos, la cifra del contrato editorial puede resultarle una minucia.

Con todo, ésta es una mujer que, pese a sus casamientos con hombres de fortuna, nunca ha olvidado su origen modesto, una familia socialista de la Dordoña que profesaba al candidato Dumas un apoyo entusiasta, y siempre podrá sumar el dinero de las exclusivas que han empezado a aparecer y de la venta de fotografías personales que en el último Paris-Match le muestran compartiendo tantos momentos felices con Roland Dumas.

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"Él tenía la edad de mi padre, pero su cultura y su encanto eran irresistibles", dice desde lo alto de una foto en la que la pareja aparece posando en una playa aquitana disfrutando de una tarde apacible del otoño de 1991. "Sí, yo captaba con la máquina fotográfica los momentos, demasiado escasos, de nuestra complicidad", dice en otro pasaje de su libro recogido por Paris-Match. La revista considera un detalle picante, el hecho de que Christine Deviers-Joncour se sintiera ya interesada por el ex ministro de Exteriores durante las campaña de las elecciones de 1986 y 1988 en las que su primer marido, luego ministro conservador, Jean-Jacques de Peretti, fue batido precisamente por Roland Dumas.

Pese a la frivolidad que impera en el texto, a la pretensión de ser considerado como el relato sincero de un mujer castigada en exceso, pese al cuidadoso silencio sobre las cuestiones que interesan verdaderamente a las jueces, La putain de la République no contribuye tampoco a la defensa del actual presidente del Consejo Constitucional.

"Vivir una relación fuerte con un hombre en el plano emocional sabiendo que esta relación sirve a intereses económicos no es fácil de administrar", escribe Christine Deviers para preguntarse a continuación: "¿Pero el amor es tan gratuito, tan etéreo? ¿No cubre también una necesidad? ¿No se corresponde a menudo con una oportunidad?". Y más adelante: "Evidentemente, yo sentía ese amor en toda su gratuidad, pero, como todo ser humano, yo cargaba con el peso de mi pasado y debía hacer frente a las exigencias del presente (...) Soy culpable de haber visto demasiado, demasiado a menudo, de demasiado cerca. Soy culpable, lo reconozco, culpable de haber mezclado mi trabajo y la felicidad".

En los años en los que frecuentó el Quai d"Orsay (sede del Ministerio de Exteriores francés), Christien Deviers-Joncour no era conocida, desde luego, por la putain de la République, sino como madame coucou c"est moi (señora hola, soy yo).

Según el semanario L"Evenement du Jeudi, su estilo descarado, nada protocolario, su costumbre de irrumpir en el despacho ministerial sin haber sido llamada, su osadía y el aplomo de su comportamiento han dejado en el Quai d"Orsay un recuerdo tan vivo como la admiración que suscitaban su largas piernas, inversamente proporcionales a la de sus faldas. Se comportaba aquí como ninguna esposa legítima se ha atrevido jamás a hacerlo.

El semanario francés indica que la amiga del ministro, acompañada a veces por una amiga o por su madre, ocupó las primeras filas de la delegación ministerial en los viajes a Irán, China y la URSS y sostiene que no pocos de los amigos de Roland Dumas le habían aconsejado que desconfiara de esa mujer intrigante.

Si es así, el cultivado dirigente socialista, proclamado heredero natural del legado político de François Mitterrand, gran seductor, acabó por ser seducido y manipulado en el otoño de su vida. La putain de la République parece, pese a todo, demasiado fuerte como para no acabar de desestabilizar a este hombre que considera perfectamente compatible encontrarse procesado y bajo control judicial por encubrimiento y complicidad en abuso de bienes sociales y presidir, simultáneamente, la tercera institución más importante de la República.

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