Vergüenza

La actitud del presidente del Gobierno español en el asunto Pinochet es vergonzosa. Demuestra su altura moral y las raíces de su sensibilidad humana y política. Ojalá el Reino Unido expulse a Chile al senador y asesino vitalicio Augusto Pinochet; al traidor Pinochet; al cruel dictador que todavía polariza afectos y entrañables recuerdos en nuestra residual (¿residual?) carcundia nacional. ¡Menuda preocupación quitaría de encima al colosal remedo de Poncio Pilato que nos gobierna! Quizá al "váyase, señor González" podamos contestar desde ahora con un "mójese, señor Aznar".Es posible acaso que no tenga importancia que nuestro presidente no se sienta concernido porque exista una justicia internacional que persiga a criminales de la talla de Pinochet. Parece como si le diera vergüenza hacerlo, pero es tan sólo con los dictadores fascistas... para permitirles una salida "honrosa" que acabe con la situación política de los países que gobiernan. Yo preferiría que los tiranos actuales y los que se están gestando supieran que sus crímenes no quedaran impunes, que no tendrán refugio fuera de sus cavernas, que existirá pronto un derecho de injerencia y que ningún demócrata dudará en secundarlo.

Los españoles hemos tenido más paciencia que nadie, hemos tenido que esperar que la parca enterrara nuestro pasado para poder respirar la libertad. Ninguna justicia internacional nos ayudó y la ironía hace que el dictador pueda descansar en suelo patrio; con honores, si los tuvo. A esto lo llamamos transición, transición que debía permitir la paz..., algo lampedusiana esta paz, pero paz. Es extraña y preocupante la forma en la que Aznar se siente (¿siente?) concernido por la historia y que no quiera darse cuenta de que Pinochet está vivo y en la Unión Europea y que Salvador Allende está muerto, como muchos otros chilenos. Tan extraño como su visión de nuestra transición.-