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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Eric Clapton se reivindica a sí mismo en el Palau Sant Jordi

El cantante congregó a 22.204 espectadores

Gafas de intelectual, perilla de unos seis días, camiseta informal por fuera de los oscuros pantalones, y salida a escena al unísono con el resto de la banda. Sin mediar palabra suenan los acordes de My father's eyes y ya está, Clapton, el Clapton reciente, pisaba el escenario del Sant Jordi barcelonés iniciando pocos minutos después de las 22 horas de anoche su único concierto español en la gira de 1998, esa que le aleja de la pureza del blues reivindicada hace tres años en el mismo lugar.

Clapton se iba a reivindicar a sí mismo. Para verlo, bendita exactitud, 22.204 espectadores agotaron el papel, obligando a los reventas a comprar con compulsión cualquier entrada sobrante a pie de taquilla. Sí, mas de uno pagó pequeñas fortunas por ver a mano lenta en su reencuentro con el repertorio que le ha convertido en una leyenda aún en vida.Claro que, como todo no puede ser perfecto, Clapton se dejó la anunciada orquesta de acompañamiento en algún lugar de su gira europea. Fuentes de la organización mostraron pasmo, y aseguraron que el representante del artista dijo que la orquesta sólo estaba prevista en Inglaterra. Asombroso, no tanto por la falta de violines, como por que el promotor local se enterase el mismo día de la desaparición de cerca de una veintena de músicos. Sonó raro , la verdad. Ahora bien, como que el que tocaba la guitarra al frente de un grupo eléctrico de nueve músicos era el mismísimo Clapton, el personal no manifestó abiertamente su comprensible contrariedad.

A todo esto, el concierto de Clapton se desarrolló sin comentables alteraciones sobre el programa previsto. Sólo se salió de guión la inopinada presencia de Bonnie Raitt en el rácano bis que cerró el concierto poco después de medianoche. En la primera parte se repasaron las canciones de su último disco, y así desfilaron por un escenario austero y sin grandes alardes luminosos piezas cómo Pilgrim, One chance o Rivers of tears. Lo cierto es que pudo intuirse que los aplausos del público estuvieron orientados más a la propia presencia de Clapton en escena que al calado de este primer tramo del repertorio. Aunque, quizás, las tibias muestras de satisfacción también podrían ir dirigidas a la espléndida sonorización del concierto, sencillamente impecable pese a su elevado volumen.

Acabada She"s gone, Clapton dejó descansar los tímpanos de la concurrencia y se puso acústico con Driftin" , un blues reposado que fue recibido con ostentosas muestras de aprobación y las tradicionales y desacompasadas palmas. La posterior y sentida Tears in heaven y la celebérrima Layla en versión Unplugged MTV significaron los primeros fénix de una noche marcada por la pulcritud de un Clapton más allá del bien y del mal.

Concluida la parte acústica, en la que, como indican las reglas, se sentaron hasta las tres coristas, el recital enfiló su parte final, de nuevo significada por la aseada contundencia de los decibelios eléctricos. Piezas como One love, Crossroads, I shot the sheriff, Wonderful tonight o Cocaine sirvieron para alentar a un público que, más que nada, se sintió afortunado por estar allí, escuchando estas piezas y esos punteos que parecían formar parte de las bandas sonoras de un pasado que Clapton hizo presente en un concierto en el que se reivindicó como artista popular.

Antes que él fue Bonnie Raitt la encargada de abrir boca, recuperando piezas de John Hiatt, Fabulous Thunderbirds o John Prine, yendo del country al blues y al rock con una pasmosa eficacia. Sonido también impecable, en su caso sin previa prueba, y, entre otros, un momento para la delectación, la preciosa I can"t make you love me. Palabras mayores.

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