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Espejo vasco ENRIC COMPANY

Enric Company

El domingo fue un día de mucha tensión política en Cataluña. El hecho de que TV-3 escogiera a un independentista para comentar el resultado de los comicios vascos ilustra bastante bien el cariz que toma la etapa preelectoral en la que ha entrado la política catalana. Al comentarista le faltó tiempo para sentenciar que "suben los nacionalistas vascos, bajan los partidos españoles" basándose, imprudentemente, en un sondeo a pie de urna que resultó equivocado en este crucial aspecto. Ése era el mensaje que los nacionalistas catalanes deseaban recibir desde el País Vasco. No fue el que emitieron las urnas, aunque sí TV-3 hasta que fue imposible mantenerlo. Pujol insistió en la idea. Con más finura que el comentarista, Pujol destacaba la importancia, para él muy grande, de que el bloque nacionalista siga siendo mayoritario en Euskadi Al mismo tiempo, el hecho de que CiU acogiera como muy positivo un escenario en el que el PNV pierde un escaño y el bloque nacionalista vasco mantiene su mayoría por cuatro escaños es un reflejo de los temores con que sus dirigentes esperaban la apertura de las urnas. El nacionalismo catalán temía un bajón del nacionalismo vasco. Temía que, después de de que los electores alemanes le dijeran a Helmut Kohl que 16 años ya bastan, ahora los vascos redujeran el peso del nacionalismo. Ese bajón no se produjo, pese a que uno de los axiomas electorales acuñados desde 1980 indicaba que una buena porción de los votantes no nacionalistas se inhibe en las elecciones autonómicas vascas y catalanas, en perjuicio de los socialistas y la derecha españolista. El axioma falló el domingo y eso fue lo primero que vieron Pujol, Duran Lleida y Pere Esteve. Aquel temor estaba justificado y procedía de que el caldeamiento del clima político experimentado en Euskadi desde el verano de 1997 era susceptible de provocar una afluencia masiva a las urnas. Como realmente sucedió. La sorpresa de nacionalistas y no nacionalistas ha sido comprobar que los 11 puntos porcentuales de aumento registrados en la participación no han movido ni un milímetro el equilibrio entre ambos bloques. La distinción entre bloque nacionalista y bloque españolista trazada en Euskadi con lápiz grueso se dibuja en Cataluña de manera un poco más sutil, aunque no menos real. Aquí, los nacionalistas hablan de partidos de obediencia catalana y de partidos sucursalistas. Pero, a diferencia de lo que sucede en el País Vasco, ese esquema impulsado por las tres fuerzas nacionalistas catalanas presentes en el Parlament es rechazado de plano por el primer partido de la oposición, el socialista, y por lo que queda del PSUC. El esfuerzo de los nacionalistas para imponer esa división y de los socialistas para escapar a ella es el principal reto estratégico a que ambas partes se enfrentan. Una pugna a la que no es ajena la elección de los comentaristas en la televisión del Gobierno catalán para los momentos críticos. Pujol lleva meses calentando el debate político en Cataluña con el objetivo de centrarlo en la relación Cataluña-España y de provocar un alineamiento frentista parecido al instalado en Euskadi. La orientación del discurso político que está lanzando Pasqual Maragall indica con claridad que quiere ser tenido por un candidato netamente catalanista. Ésta es una gran diferencia entre el escenario político vasco y el catalán. Los socialistas no quieren dejarse encajonar como los representantes "de los de fuera", como dice Arzalluz cuando se le calienta la boca. Incluso el PP es más ponderado en Cataluña a la hora de erigirse en la esencia del españolismo. La euforia con que el PP ha recibido su ascenso en Euskadi plantea ahora, sin embargo, la pregunta de si seguirá la misma estrategia de tensión españolista, paralela al crescendo reivindicativo de Pujol. Era la política de Vidal-Quadras. Su sucesor, Alberto Fernández Díaz, la rechazaba. Pero ahora le toca enfrentarse al reto de emular en las autonómicas catalanas el éxito de Iturgaiz. Porque, al fin y al cabo, si algo se ha movido en Euskadi es la posición electoral del PP. Allí, como aquí, el PP se beneficia por vez primera de ser el partido del Gobierno de España. Eso es, claro está, una amenaza para Pujol, como Arzalluz le recordó la misma noche electoral. Ayer lo repitió: "Ahora van a por Pujol".

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