Echelon, las "orejas" de EE UU en Europa
El primer ministro francés, Edouard Balladur, se imaginaba en enero de 1994 que regresaría de su viaje a Arabia Saudí con un contrato firmado por importe de 140.000 millones de pesetas por la venta de un lote de aviones Airbus. Balladur volvió con las manos vacías y poco después la norteamericana McDonnell-Douglas obtuvo el pedido.La compañía estadounidense pudo mejorar su oferta gracias al espionaje industrial de EEUU a través de la red de escuchas Echelon, según aseguraron años después el semanario británico Sunday Times y el diario parisiense Libération. El Gobierno francés protestó.
Un informe elaborado por una consultora británica, Omega Foundation, por encargo del Parlamento Europeo, que lo debatió el pasado mes de septiembre, arroja un poco más de luz sobre el misterioso Echelon.
Puesto en pie poco después de la Segunda Guerra Mundial por cinco países anglosajones -EEUU, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda-, Echelon constituye hoy día "un sistema de vigilancia global que se extiende por todo el mundo" y está "orientado hacia los satélites Intelsat que se utilizan para transmitir la mayor parte de las llamadas telefónicas, comunicaciones por Internet, correo electrónico, fax y télex". Echelon puede captar hasta dos millones de conversaciones al minuto, según Alain Pompidou, presidente de la Comisión de evaluación tecnológica y científica.
A diferencia de otros métodos de espionaje nacidos en los albores de la guerra fría, Echelon no persigue objetivos militares. Su propósito es más bien el seguimiento de Gobiernos, organizaciones y empresas, según el informe solicitado por la Eurocámara.
Seis bases a través del mundo recopilan la información. "Interceptan de forma indiscriminada enormes cantidades de comunicaciones" que posteriormente los ordenadores criban mediante la introducción de palabras claves en varios idiomas. Algunos de esos términos son evidentes -"armas" o "droga"-, pero también se incluyen palabras de jerga y buena parte del lenguaje utilizado en la Organización Mundial de Comercio, en donde se negocian las reglas del comercio mundial.
El grueso de la información recabada es procesado en Fort Meade, la sede de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), el más secreto de los servicios de espionaje norteamericanos. Con sus 20.000 empleados y su presupuesto de 8.000 millones de dólares (1,12 billones de pesetas), la NSA absorbe un tercio del presupuesto consagrado al espionaje en EEUU, mucho más que la célebre CIA.
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