"Elektra forma parte de mí, pero no me identifico con ella porque es una bestia"
Eva Marton no teme que nadie le parta la mandíbula durante su interpretación de Elektra en el Teatro Real. Ocurrió hace 12 años en el Metropolitan de Nueva York durante una representación de Tosca y el culpable fue el barítono catalán Joan Pons. Sin querer, claro está. La coincidencia es que aquella noche dirigía a los músicos el maestro García Navarro y el próximo tres de noviembre también lo hará él al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid en lo que será el debú de la soprano húngara en el nuevo Real. Toda una figura de la ópera, por fin.
Viéndola de cerca parece difícil que alguien pueda destrozar su mentón. Es salido y tiene aspecto de pétreo. Sólo la humanidad de Joan Pons podría ser capaz de una cosa así. De todas formas, el manotazo involuntario no impidió que la Marton cantara hasta el final estupendamente, tan bien que al día siguiente un crítico de The New York Times propuso que a partir de entonces las sopranos interpretaran Elektra con la mandíbula partida. Pero Eva Marton canta espléndidamente de todas las maneras, y los papeles de Richard Strauss sobre todo. "He hecho muchas Elektras pero siempre lo he tratado de hacer igual. Pueden cambiar los montajes, la concepción de la escenografía pero yo siempre hago la misma Elektra, trato de expresar la violencia contenida que tiene el personaje, es muy desgraciada y, aunque es alguien que ya es parte de mi vida, no me identifico con ella en nada porque es una bestia".
Dentro de un túnel
Es cierto que ella la conoce bien. En España ha interpretado este papel en Valencia y en Barcelona. Fue en el Liceo y en un montaje de Nuria Espert, según ella, "más moderno que éste". Se refiere al que se estrena en el Real, que dirige en escena Henning Brockhaus, que es una producción de la Ópera de Roma y que, según ella, "es más teatral". "Yo he llegado a hacer este papel con un pantalón de chandal cochambroso y unas zapatillas de jugar al baloncesto y hasta dentro de un túnel", dice, pero insiste en que siempre ha visto de la misma forma su fondo, tal como lo concibió para el libreto Hugo von Hoffmannsthal, es decir, como una mujer "instintiva y violenta". Han sido tantas veces las que se ha metido en la piel de esta mujer esquizofrénica de instintos asesinos que ya ha perdido la cuenta. Eso sí, nunca se ha negado a hacer lo que le dijeran. "Cuando algo no me gustaba, me llevaba al director a tomar un café y le daba algunas posibilidades de cambiar el personaje. Al final siempre me salía con la mía, pero no por negarme a cooperar, sino por saber usar mis armas de mujer", confiesa.
La tragedia griega en un acto es una de las óperas más logradas de Strauss pero también es cierto que se trata de una obra para los amantes de emociones fuertes. "No hay que venir al teatro a relajarse", avisa Eva Marton mientras cierra sus ojos claros y rasgados al tiempo que da un golpe en la mesa que le habría partido la boca hasta a Joan Pons. "Es una creación que exige el máximo esfuerzo a los cantantes, a los músicos y al público", asegura.
La soprano, que pasará a la historia por sus interpretaciones de Strauss, también será recordada por su Turandot y su Tosca. "Podría escribir tres libros", afirma, "uno sobre las escenografías de Elektra, otro sobre las formas de matar Scarpias en Tosca y otro, finalmente, sobre las maneras de subir escaleras en Turandot".
Disciplina
Precisamente, sobre las escaladas que le ha tocado hacer interpretando a Turandot, también guarda anécdotas. "Una vez me negué a subir las escaleras que habían puesto. Propuse que lo hiciera una doble y al día siguiente los críticos se preguntaban por qué había tanta diferencia entre la Marton del primer acto y la del segundo. A partir de entonces subí yo las escaleras". Quizás la anécdota sea un ejemplo de lo disciplinada que es esta mujer, que ha trabajado en los mejores teatros del mundo y junto a los directores más grandes de las tres últimas décadas. De hecho, lleva a gala el ser cumplidora. "La disciplina es poder", afirma, "si no tienes disciplina no tienes poder sobre tí ni sobre los demás y para saber mandar hay que saber obedecer". Es algo muy poco mediterráneo pero indispensable para quien como ella domina a Wagner, su tercer compositor favorito detrás de Strauss y Puccini. Y es que últimamente es al que dedica más tiempo. Está entusiasmada porque va a cantar su primera Isolda en Hamburgo y porque acaba de hacer con mucho éxito la Kundry en Parsifal. Aunque para todo hay excepciones y en lo de la disciplina tampoco hay que ser muy estrictos. Las tentaciones andan por todas partes, sobre todo en España, y esa fuerza de voluntad que la llevó a rechazar un pincho de tortilla al principio de su comparecencia ante los medios de comunicación, se quebró justo a la mitad de su discurso, cuando, animada, agarró la bandeja y echó mano al típico manjar, que después ofreció a los presentes. Y es que los ensayos son muy duros y, además, un día es un día.
Babelia
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