_
_
_
_

El leve peso de la Iglesia catalana

El pasado mes de febrero, cuando los obispos catalanes deshacían sus maletas en el Vaticano, adonde habían acudido en visita ad limina -que realizan cada cinco años para rendir cuentas ante el Papa-, se encontraron con una desagradable sorpresa: los pasillos de la curia estaban empapelados con fotocopias de un artículo de un periódico madrileño en el que se ofrecía una visión lamentable de su trabajo pastoral: se les recriminaba la crisis vocacional, se esgrimía un demagógico ejemplo de una viejecita obligada a a seguir la misa en catalán por televisión y se vaticinaba que "la Iglesia catalana tendrá que decidir si sirve a Dios y sobrevive o a otros intereses y muere". Los "otros intereses" no eran sino los del catalanismo político. El asunto no era baladí, pues el artículo en cuestión venía a incidir, precisamente, en el principal asunto que la jerarquía eclesial catalana venía a discutir en Roma, que no era otro que el de conseguir un cierto grado de autonomía a través de la creación de la llamada región eclesiástica o pastoral, una vez descartada por inasequible la posibilidad de disponer de una Conferencia Episcopal propia. De esos días se cuentan numerosas anécdotas que reflejan como se les había metido el temor en el cuerpo a los purpurados. Lo cierto es que estaban sobre aviso, un aviso que tiene nombre y apellidos: el nuevo nuncio apostólico, el húngaro Lajos Kada. Porque las quejas que durante años se vertieron sobre el anticatalanismo del nuncio Tagliaferri se convirtieron en nostálgicos recuerdos ante la oposición frontal que presenta Kada ante todo lo que huela a catalán. Incluso se le atribuye el hecho de que Juan Pablo II siga negándose a utilizar la lengua del Principado en la bendición urbi et orbi que imparte en decenas de idiomas. En el ecuador de aquella visita ad limina, el arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles anunció ante los periodistas que el papado se había mostrado favorable a la constitución de la mencionada región eclesiástica. Luego se supo que tenía que ser la Conferencia Episcopal Española la que lo pidiera, para lo cual debía recibir a su vez la petición del arzobispo de Tarragona, Martínez Sistach. Nada de todo esto ha sucedido todavía. Ya se sabe que las cosas de la Iglesia van despacio. Porque las conclusiones del Concilio de la Iglesia Catalana de 1992 -cuyo antecedente se situaba 235 años atrás- tardaron más de un año en obtener la recognitio. Lo cierto es que la frase "Cataluña será cristiana o no será", atribuido a Torras i Bages, no ha sido correspondida desde Roma, al menos a lo largo de este siglo; desde la actitud del Vaticano durante la dictadura de Primo de Rivera al nombramiento como arzobispo de Barcelona de Marcelo González en 1966. Pero nadie acusa directamente al Papa; se atribuye a que la Iglesia catalana "no tiene peso en la curia".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_