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El teólogo Rafael Aguirre afirma que la Iglesia vasca está en deuda con las víctimas

El teólogo y sacerdote Rafael Aguirre, articulista y catedrático en la Universidad de Deusto -aunque no jesuita, como le gusta aclarar- acaba de publicar un ensayo El túnel vasco. Bajo este enunciado analiza el momento político y social que atraviesa Euskadi y que el autor explica mediante una disyuntiva: la de elegir el pozo o el túnel. "En el caso del pozo, cuanto más avanzamos, más nos hundimos; si elegimos el túnel, por el contrario, tendremos la posibilidad de encontrar al final la salida, la luz", explica Aguirre.

Rafael Aguirre (Bilabo, 1941) es un humanista preocupado por los dilemas que acechan al hombre. Su despacho en la Universidad de Deusto fue en otro tiempo enfermería, y allí murió el beato Gárate a principios de siglo. Lo recuerda antes de empezar a explicar lo que entraña El túnel vasco. "En estos momentos, hay una cierta luz y el reto está en que salgamos de ahí afianzando las condiciones democráticas, profundizando en los valores morales, con más espíritu crítico ante las ideologías fanáticas. Si, por el contrario, se hacen concesiones políticas a la violencia, vamos a hundirnos en el pozo en lugar de salir del túnel", resalta. Cuando empieza a vislumbrarse la paz, cuando cómo alcanzar la reconciliación es una de las interrogantes que más dudas alberga, Aguirre apunta: "Es un gran tema de nuestro tiempo, que se plantea de manera similar en muchos países. Se trata de que las heridas no se cierren en falso. Es un proceso que exige prudencia política y la toma de medidas pragmáticas, pero también es un proceso moral y cultural". El profesor de Teología argumenta que el perdón no es el olvido; que se trata de romper con el pasado, pero que para ello hay que conocer la verdad de lo que ha sucedido. "La pacificación consiste en que desaparezca ETA y que tengamos una democracia bien asentada, sin injerencias de la violencia, pero también en que vayan cicatrizando las heridas". "No vale decir, como algunos hacen: "vamos a dejar lo que ha pasado y ahora miremos para adelante". Hay que hacer justicia", recalca. "Lo que no se puede decir es que hay que perdonar cuando otros se ufanan de las barbaridades que han hecho. Hay que compensar a la gente que más ha sufrido. Hay que reivindicar su memoria. Hay que satisfacerles por el abandono en que muchas veces han estado. De esa manera será más posible dar ese paso tan difícil, pero tan humanizante, que es el del perdón y la reconciliación". Rafael Aguirre remacha la necesidad -"es fundamental", insiste- de tener una actitud crítica frente a una ideología que ha justificado y legitimado una violencia mortífera. "Deben reconocer los sufrimientos humanos injustos que han provocado. No se les pide que renuncien a su proyecto político, pero sí que su ideología experimente una transformación de carácter democrático". Y recuerda un caso de máxima actualidad, Chile: cómo perdonar a Pinochet, si se ufana de las barbaridades que ha cometido, si está diariamente ultrajando a las víctimas, se pregunta. "Traslademos eso, a ver qué supone en Euskadi una situación similar", propone. Aguirre imputa a la Iglesia y a la sociedad vasca tener una deuda con las víctimas de la violencia. "Una de las páginas más tristes de nuestra historia reciente ha sido en qué condiciones se han celebrado muchísimos funerales de las víctimas. Han sido auténticos guetos sociales y eclesiásticos. Se ha dejado a la gente que más sufría en una situación de indefensión. La gran tarea de la Iglesia vasca es ser un punto de comunión y de integración de carácter social en un país desmembrado. La voz de la Iglesia vasca ha estado excesivamente personalizada en un sólo obispo y hay más obispos y más voces en su seno", concluye.

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