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Atutxa, la obsesión de ETA

Dice que se va con la frente alta. Entero, en todos los sentidos. Juan María Atutxa, aquel consejero que el 7 de febrero de 1991 juró su cargo ante el lehendakari, José Antonio Ardanza, abandona el Gobierno vasco tras dos legislaturas. Casi ocho años en los que, conforme avanzaba el despliegue de la Ertzaintza en Euskadi como policía integral, crecía la obsesión de los terroristas por obtener la cabeza del nacionalista que ha hablado de la actividad de ETA sin doblez. Tal vez por eso, la palabra de Atutxa, nacido en un caserío de Areatza hace 57 años, tiene tanta credibilidad dentro y fuera de su propio partido, el PNV.

En noviembre de 1994 volvía Atuxa de una comparecencia parlamentaria en el coche oficial y, a la altura del peaje de la autopista -uno de los seis posibles enclaves elegidos por el comando Vizcaya para acabar con su vida- pudo escuchar por la radio la voz de su esposa, Begoña Zalduegi: "Hola, soy Bego; mi marido es el consejero de Interior y quiero decirle públicamente a ETA que nuestra única fuerza es Euskadi, que no cederemos al chantaje del terror". La obsesión de la dirección etarra por matar a Atutxa -"los días que te quedan son una cuenta atrás", le cantaban entonces los más exaltados- había llegado al clímax con los seis intentos de asesinato.

El mismo lehendakari al que Atutxa había advertido en 1991 que él sólo conocía a la policía "de verla por la calle", le encerró al cabo de pocos días en una habitación de un hospital donde estaba internado uno de los ertzainas herido en esa operación contra el comando Vizcaya para hablarle con franqueza: "Sailburu [consejero]", le dijo, "si tu situación es inaguantable, entendería que dejaras el cargo". A Atutxa le faltó tiempo para responder a Ardanza de modo tajante: "Lehendakari, esto va al 50%. O presento yo mi dimisión o me cesas tú. Pero a mí éstos [los etarras] no me echan".

"Durísimos" funerales

En el camino de Atutxa han quedado buenos amigos, como el sargento mayor de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, abatido en 1993; el agente Ramón Doral, en 1996, u otros terribles asesinatos, como el del agente Txema Agirre, caído en Bilbao junto al museo Guggenheim, o el de dos policías en Itsasondo, en 1995. Y, sin embargo, Atutxa no duda a la hora de apuntar que el momento más difícil, el que siempre habría querido soslayar es el de acudir a los funerales. En plural, porque, "aunque por la cercanía hay algunos más sentidos, todos han sido durísimos".

Por eso, mientras cocinaba caracoles, daba una vuelta por el monte o hacía intxaursalsa -crema dulce de nuez- en los únicos momentos robados al trabajo, Atutxa siempre soñó con que ETA alguna vez hiciera caso a Ernest Hemingway y dijera adiós a las armas. Ya lo ha hecho.

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