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París redescubre en 46 obras al pintor veneciano Lorenzo Lotto

El Grand Palais le dedica una retrospectiva con pintura religiosa

Lorenzo Lotto -ahora redescubierto en París por la exposición en el Grand Palais-nació en Venecia alrededor de 1480, cuando la Serenissima conocía su apogeo, y su carrera como artista se desarrolla bajo el imperio pictórico de Tiziano, factor que explica en parte los continuos desplazamientos de Lotto para hacerse un lugar al sol, hasta Treviso primero, a la región de las Marcas luego, para morir en Loreto.

La exposición de París coincide con la muestra en la Fundación la Caixa, de Madrid, de la colección del historiador italiano Roberto Longhi, donde figuran dos obras de Lotto, Santo dominico y San Pedro Mártir. Desde su muerte -en 1556 o 1557- hasta 1895, momento en que Bernard Berenson le consagra una monografía, Lotto se convierte en un ilustre desconocido. Trescientos cincuenta años de olvido, el no haber contado con un taller y su relativa marginalidad respecto al Renacimiento hacen que la obra de Lotto fuese escasa y olvidada. Ahora, y hasta el 11 de enero, el Grand Palais de París nos ofrece la oportunidad de redescubrir 46 de sus pinturas, experiencia que antes ya han conocido las ciudades de Washington, en la National Gallery of Art, y Bérgamo, en Accademia Carrara.

Pintura religiosa y retratos son las especialidades de Lotto. En sus primeros años los especialistas detectan las influencias de Bellini y Giorgione, incluso cuando la composición es un poco arcaizante, pero en todas sus telas o tablas reina un impresionante tejido de miradas entrecruzadas que redoblan la tensión que crean las líneas directrices del dibujo y el color. Hay además una voluntad de realismo importada del norte, de Durero o de los maestros flamencos, que lleva potenciar la captación de detalles sobre la piel de un personaje, el pésimo afeitado de un santo o la mantecosidad de las carnes de una dama burguesa.

Lotto es hombre de sincera piedad y esa parece inspirarle en muchos casos pero no le priva de humor, como en el caso de una Anunciación en la que un gato huye atemorizado ante la irrupción inesperada del arcángel en una tranquila cotidianidad o en el de una Natividad en la que los querubines tienen grandes dificultades para levantar un toldo de terciopelo verde para proteger a la Virgen. En otras ocasiones su estilo se hace más sombrío y sensualista, en parte debido a una preferencia por los fondos oscuros que eliminan paisajes idealizados. Los retratos puede que sean lo mejor de la pintura de Lotto. En varios casos su estilo se aproxima tanto al de Tiziano que resulta difícil distinguir entre los dos artistas.

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