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Entrevista:Kenizé Mourad | Escritora

"Sólo las novelas del Tercer Mundo hablan de los problemas fundamentales"

Amelia Castilla

Tras la muerte de su madre, Kenizé Mourad vivió una infancia de adopciones y colegios de monjas. A su padre le conoció a los 21 años en Nueva Delhi, pero les separaban tantas cosas que volvió a Francia y se hizo periodista. "He estado al borde del abismo, pero pude superarlo y salir adelante. No hay nada que deteste más que las personas satisfechas. Nunca estoy satisfecha de mí misma, mis amigos dicen que soy una especie de mosca cojonera", aseguró ayer la escritora. Con su discreto traje de chaqueta gris, combinado con zapatos y bolso a juego, la escritora parece una mujer de aspecto frágil, pero en cuanto empieza a hablar una descubre su solidez. Pregunta. De parte de la princesa muerta le permitió recuperar a una madre que no conoció. ¿Cual es el objetivo de Un jardín en Badalpur?

Respuesta. El escritor es una especie de alquimista que puede transformar lo malo en bueno y lo feo en bello. Durante mucho tiempo tuve un sentimiento de injusticia porque empecé a vivir a los treinta años; antes estaba preocupada por la identidad, sentía que había perdido los primeros años de mi vida, que no tenía las bases esenciales que uno necesita para comenzar a vivir.

P. A los 21 años pudo encontrarse con su padre pero había demasiadas cosas que les separaban ¿cómo reaccionó ante eso?

R. El primer encuentro fue la felicidad. Encontré a un padre ideal, inteligente, sensible, una persona que además de ser un aristócrata indio, tenía ideas de izquierda como yo, lo que era absolutamente extraordinario. Por primera vez sentí que no sobraba, por primera vez, después de tres familias de adopción, sentí que tenía derecho a estar allí. Claro que yo venía de la Sorbona y era troskista y me encontré viviendo en el medio más tradicional que se pueda imaginar. Cuando salí de Francia sabía que iba a encontrar una situación diferente; pensaba que iba a tener que hacer un esfuerzo de adaptación y que luego iba a ser aceptaba, porque pensaba trabajar con las mujeres y niños de la India, pero fue imposible.

P. ¿Existe algún paralelismo entre la represión que sufrió su madre en la sociedad India y la que usted experimentó en la sociedad occidental francesa, sobre todo en la célula troskista, en la que militó en los años sesenta?

R. Es muy extraño, pero sufrí de una manera semejante en la sociedad india más tradicional y en la sociedad occidental. También he hecho una comparación entre la sociedad religiosa francesa y las células troskistas. Para ser aceptada entre los maoístas había que tener relaciones sexuales libres, porque si no uno era un hipócrita y los religiosos naturalmente consideraban intolerable tener ese tipo relaciones. Los dos sistemas de valores eran igualmente rígidos y me traumatizaron tanto el uno como el otro.

P. Un jardín en Badalpur describe las vicisitudes de una huérfana junto a los aspectos sociales de la vida en la India, algunos tan terribles como la selección del sexo de los bebés o el asesinato de mujeres. ¿Cómo se vive la contradicción entre la libertad occidental y la tradición hindú?

R. Es inaceptable, por eso no podía vivir en la India sin trabajar en cuestiones sociales. La peor situación es ser mitad y mitad; si eres india puedes combatir contra tu propia sociedad pero yo estaba en la mitad y si decía algo la gente pensaba en qué se mete esta extranjera. Cuando volví a Francia siempre pensaba en regresar. Me hice periodista por una cuestión similar: para explicar mi país de origen a mi país de adopción pero cada vez estoy más horrorizada por la incompresión que hay entre occidente y los países de Oriente Medio.

P. Hasta ahora su propia vida y la de sus antepasados ha inspirado su narrativa. ¿Le ha servido la literatura para espantar los demonios internos?

R. ¡Ojo! En la tapa de la obra habría que haber puesto, como han hecho en Francia, que se trata de una novela. No es una autobiografía, aunque está muy basada en mi vida. Después de escribir De parte de la princesa muerta no quería escribir ésta. Todo el mundo me decía que lo hiciera pero yo me negaba, por eso han transcurrido diez años entre las dos. Empecé una que transcurría en Rusia, pero en un momento dado ese libro se me cayó de las manos. Intenté escribir otra cosa y no podía. Sentía que estaba esterilizada si no me libraba de todos mis demonios.

P. De sus novelas se puede deducir que usted no es una mujer afortunada en su vida privada. ¿Se siente una persona herida? ¿Compensa de alguna manera el éxito literario sus fracasos personales?

R. Doy las gracias por haber tenido la vida que he tenido. He estado al borde del abismo y he sufrido grandes depresiones, pero pude superarlo. Durante mi época como periodista fui muy feliz, aunque tengo que reconocer que el éxito de los libros también es agradable porque significa que la gente comprende lo que dices.

P. Los fanatismos religiosos, la organización de la sociedad y la existencia de varias culturas superpuestas en un mismo territorio parece que, entre otras cuestiones, impiden el despegue de la India hacia una sociedad moderna. ¿Es posible la revolución?

R. Antes pensaba que sí, ahora creo que lo que puede producirse en la India son los separatismos. El auge de los nacionalismos y los separatismos es el resultado del mal funcionamiento de la democracia; si la gente se siente como ciudadanos de segunda enseguida se agarran a sus particularismos. Si se sienten iguales, con los mismos derechos y libertades, la autonomía tendrá menos fuerza. La solución del problema no es la autonomía sino una auténtica democracia. No sé si esto les gustará en España.

P. La presencia de los fundamentalistas talibanes en la vecina Afganistán ¿puede extenderse a otros países de su entorno?

R. Tengo miedo a que se extienda a Pakistán. La presencia de los talibanes hace daño también a los musulmanes de la India y quizás a otros del mundo porque se hace una asimilación y la gente piensa que todos los musulmanes son o pueden convertirse en talibanes. El libro que quería escribir sobre Rusia se basa en Tayikistán, un estado musulmán en el centro de Rusia, donde antes de la revolución tenían un islam donde las mujeres gozaban de muchos derechos. Es posible que lo retome.

P. ¿Porqué ha elegido el aislamiento de los solitarios y lluviosos campos irlandeses para vivir?

R. Nunca he podido escribir en una ciudad. Siempre he alquilado casas en el campo en Francia y en Egipto. Unos amigos me hablaron de un lugar maravilloso en Irlanda donde hay naturaleza y soledad y donde tienes todas las comodidades del primer mundo. Es verdad que hay lluvia, pero durante el invierno recalo en Egipto.

P. Parece que siempre hay una novela sobre la India en el candelero, la última la de Arundhati Roy, El dios de las pequeñas cosas ¿A qué achaca el éxito del libro?

R. Creo que ese tipo de novelas tienen éxito porque hablan de los verdaderos problemas. En Francia se habla mucho de las parejas a tres, de las que estoy hasta el gorro; ya no podemos con más historias de homosexuales y problemas de café... Ese tipo de libros se me caen de las manos, tendrán un gran estilo literario, pero quizás yo no sea lo suficientemente intelectual como para apasionarme con eso. Me importan los problemas profundos de la sociedad y sólo las novelas del Tercer Mundo hablan de esos problemas fundamentales.

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