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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los castillos de Alicante

Alicante es una ciudad cuyo principal atractivo reside en estar situada al lado del mar y en poseer dos castillos.El de Santa Bárbara, junto con el monte Benacantil, al ser zona militar hasta que fue cedido al pueblo de Alicante en 1979 pudo salvarse de la feroz especulación inmobiliaria.

No tuvieron tanta suerte el otro castillo, el de San Fernando, y el monte Tosal, reserva facilona para la desidia municipal, que cada vez que necesitó terrenos para sus construcciones más o menos necesarias echó su mano sobre la indefensa zona verde pública.

Y de esa barbarie surgieron el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios (Escuela de Hostelería), dos institutos de enseñanza media, el Centro de Alta Tecnificación Deportiva, el Pabellón Municipal de Deportes, la Escuela de Idiomas y otros recortes en sus bordes.

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Engullido entre tanto edificio, los alicantinos casi nos llegamos a olvidar de su existencia hasta que sobre la escuálida zona verde restante a las autoridades se les ocurrió la brillante idea de crear un mapa-estanque artificial, amputando los escasos pinos sobrevivientes.

Hubo una pequeña polémica, pero, como casi siempre, impusieron su despilfarro faraónico. El resultado está a la vista de cualquiera que se acerque por allí: un estanque vacío, sucio y degradado y miles de millones volatilizados (aunque a lo mejor no tanto...).

Bajo el peso de esta tradición, el actual alcalde de Alicante, señor Díaz Alperi, deseoso, como su antecesor, de pasar a la posteridad constructiva, quiere legarnos otra obra monumental: un Palacio de Congresos.

¿Dónde? Es fácil de adivinar, ya que el castillo de San Fernando ha quedado "imposible para vos y para mí", en el otro castillo, el de Santa Bárbara, en el monte Benacantil, al que desde su cesión se le había ido tímida pero constantemente arañando espacio: aparcamientos asfaltados en su ladera, casetas de Policía Municipal, y que ahora sufría una última vejación, los destrozos de la prolongación de Alfonso el Sabio.

Pero, claro, al abrir esta brecha quedaba involuntariamente descubierta una hermosa vista del castillo y sus murallas y había que taparla cuanto antes.

El que el Palacio de Congresos no tenga físicamente cabida no es inconveniente, puesto que con las enormes palas excavadoras puede sajarse una montaña "en un periquete".

El que el sitio elegido sea una de las pocas zonas verdes que le quedan a Alicante, tampoco es inconveniente ¿Quién necesita zonas verdes con lo bonito y civilizado que es el asfalto y el hormigón?

El que los congresistas tengan que llegar en helicóptero por falta de accesos, tampoco es inconveniente: puede cortarse otro trozo de monte y hacer un helipuerto (¡qué idea!) o incluso, los más deportistas, practicar alpinismo.

Lo verdaderamente importante es que el alcalde pase a la posteridad y sea recordado por futuras generaciones, y, desde luego, el señor Alperi puede quedar tranquilo: cada vez que veamos el Palacio de Congresos, lo recordaremos tanto como a los alcaldes que nos regalaron el Meliá, el Gran Sol, el Riscal y tantas obras emblemáticas imposibles de ignorar.

Además, Alicante no va a ser menos que Granada, y si a la Alhambra le encasquetaron una discoteca, ¿por qué no al castillo de Santa Bárbara un Palacio de Congresos?- .

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