La OTAN mantiene la orden de ataque hasta certificar el cumplimiento del compromiso
"Sólo la amenaza del uso de la fuerza es capaz de convencer a Milosevic", declaró ayer un alto funcionario de la OTAN. Mostraba así la satisfacción por el acuerdo alcanzado y porque sus cláusulas "impedirán", por vez primera, que el dictador serbio juegue al ratón y al gato con la comunidad internacional. Para la Alianza son dos los puntos clave del pacto: los mecanismos de verificación y los que tienden a esclarecer las responsabilidades políticas de las matanzas en Kosovo. La OSCE anunció ayer que esperaba firmar antes del viernes el acuerdo para el envío de la misión de verificación.
El regocijo imperaba en la sede de la Alianza Atlántica, pues ha bastado la amenaza del bombardeo para que Milosevic ceda en todos los puntos que le exigía la OTAN, los mismos que planteaba el Consejo de Seguridad de la ONU en su resolución 1.999.Eso sí, la satisfacción se combinaba con la prudencia del gato escaldado. Al menos hasta la firma del acuerdo se mantendrá la orden de actuar a los militares. Es el ultimátum de cuatro días a Milosevic para que garantice el cumplimiento de sus promesas. Empezó a contar desde las siete de la mañana de ayer y a regir desde igual hora del sábado.
Este plazo de cuatro días, otorgado en la madrugada de ayer al dictador serbio por el Consejo Atlántico, se subdivide en realidad en dos. Son 48 horas el tiempo mínimo técnicamente requerido para un bombardeo en toda regla. Las otras 48 horas se justifican por tres razones: un plus de generosidad para fraguar el consenso de los aliados menos intervencionistas (argumento: agotar todas las posibilidades diplomáticas); un gesto hacia los negociadores; y una constatación de que el tiempo hábil para bombardear, la luna nueva, no llegará hasta el fin de semana.
Más satisfacción todavía: los altos funcionarios de la Alianza destacan con orgullo gremial el papel de su secretario general, Javier Solana, quien en esta crisis -a diferencia de lo ocurrido en la guerra de Bosnia- ha hecho pesar a los Dieciséis por encima de los mediadores. Fue Solana quien convenció al mediador Richard Holbrooke (el embajador norteamericano que acudió a Belgrado investido de la representación no sólo de EEUU sino de todo el Grupo de Contacto) de acudir anteayer a Bruselas para rendir cuentas a los Dieciséis y pedirles la orden de actuar militarmente. Ya lo había provocado la semana anterior, frente a ciertas resistencias norteamericanas.
La reunión con el Consejo Atlántico le convenía a Holbrooke para reforzar, con la orden de actuar, su posición frente a Milosevic. Y le convenía a la cúpula de la OTAN, para fraguar el consenso de los países reticentes a la intervención. Pero el resultado plástico del proceso es que Solana -partidario desde el inicio, como Washington, de la dureza- logró otanizar el protagonismo norteamericano. La Alianza se ha revelado así como "un organismo no sólo militar sino diplomáticamente decisivo", opinaron medios diplomáticos aliados. La OTAN subraya dos aspectos de los acuerdos alcanzados. Uno es el mecanismo de verificación internacional, que incluirá 2.000 observadores de la OSCE y un control protector aéreo de la OTAN: las garantías de seguridad para aquéllos vendrán tanto de los aviones aliados como del compromiso de Belgrado para crear una policía mixta integrada por serbios y kosovares. El otro es el libre acceso de forenses internacionales a los lugares de las matanzas, lo que permitirá documentar pruebas para el Tribunal Internacional de La Haya contra los crímenes en la ex Yugoslavia.
La OSCE manifestó ayer que esperaba firmar el viernes un acuerdo con Milosevic para el envío de la misión de verificación.
El aspecto más político del pacto se refiere a la autonomía de Kosovo. Milosevic lo reconoció ayer. A los kosovares se les da de plazo hasta el 2 de noviembre para entrar en un proceso electoral y decidir que entran en el juego y negocian su futuro sobre la base de un periodo de tres años de autonomía, sin predeterminar el estatuto final de la provincia, según la propuesta del embajador Christopher Hill. Todo ello sin olvidar la amnistía general a los presos que no estén acusados de delitos de sangre. Cualquier pacto con Milosevic, como con el diablo, es siempre dudoso, pero esta vez parece sólido. Veremos.
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