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Tiempos de cruzada

Quienes se extrañan de que la operación de acoso y derribo de que es objeto Bill Clinton sea calificada de conspiración olvidan que el compló más eficaz es el implícito, porque siendo consecuencia de una concertación informulada, la unanimidad de los que en él intervienen no tiene fisuras, es imparable.Por ello los 228 congresistas republicanos han necesitado menos de dos horas para decidir que en noviembre dará comienzo el impeachment del presidente y por esa misma razón los 20 miembros republicanos, es decir la mayoría de la Comisión de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes, no han necesitado confabularse para elevar a 15 los 11 cargos en que ha apoyado Starr su acusación formal y para proponer una investigación sin limitación de tiempo ni de tema. Y tampoco necesitarán conciliábulo alguno para recomendar su juicio posterior por el Senado. Pues su unidad ideológica y su antagonismo con Clinton son absolutos. En su totalidad pertenecen al grupo que los anuarios políticos califican de "strong conservatives", o sea derecha extrema. Muchos de ellos se alinearon con Reagan en la turbia operación del Irangate, bastantes son peones de brega de Gingrich y todos tienen cuentas pendientes con la persona que van a investigar. Henry Hyde, el presidente de la Comisión, no perdonará a Clinton que hiciera capotar la enmienda por la que pretendía suprimir la ayuda pública a los hospitales que practicasen el aborto; Howard Coble y William Jenkins defensores del lobby del tabaco -el segundo es un gran productor- son enemigos acérrimos de la política antitabaquista del Gobierno; Bob Barr y Elton Gallegly se han opuesto radicalmente al control de armas que la Casa Blanca ha intentado introducir; Lamar Smith, Charles Canady y Steve Chabot son militantes incansables de la lucha contra los programas de protección social y de ayuda a los pobres -Chabot se negó a votar el presupuesto republicano en 1996 porque le parecían insuficientes los recortes sociales que contenía-; la hostilidad a la sensibilidad racial de Clinton ha movilizado las energías de James Sensenbrenner y sobre todo de Bill Mc Collum que consiguió que no prosperase la consideración racial en el número de ejecuciones capitales; Christopher Cannon está en disputa directa con Clinton porque éste quiere dedicar cerca de dos millones de acres, en Utah, a un parque y monumento y el congresista pretende que sigan siendo explotables; y así el resto de los miembros de la Comisión.

La suerte está echada en el Congreso y para rematarla en el Senado hace falta que los republicanos aumenten su mayoría. A lo que la maquinación de Starr está contribuyendo de forma importante. Encerrarse en el formalismo del perjurio como hacen The Washington Post y los que en esa opción le acompañan -por cierto, ¿por qué va a ser más imperdonable el perjurio de Clinton encubriendo un comportamiento sexual que el de Gingrich ocultando una corrupción financiera?- es equivocarse de guerra. Hoy de lo que se trata es de hacer frente a las cruzadas ideológicas del integrismo mundial que en los EE UU asumen la forma de un ultramontanismo liberal que se viste de cristiano. Y ahí Clinton, con fintas y quiebros, ha ido abandonando todas sus posiciones. Esta retirada que tiene su más significativa expresión en haber renunciado a batirse por los demócratas en las elecciones del 96 le ha enajenado muchos apoyos en su partido y ha alentado el espíritu de conquista de los duros del partido republicano. La semana pasada, el presidente intentó conseguir sin éxito que los parlamentarios autorizasen la contribución norteamericana al FMI. El sábado último acabó cambiando dinero contra ideología. La Coalición Cristiana, con el apoyo de todo el fundamentalismo cristiano made in USA -Hudson Institute, Fredom House...- y con la oposición del Consejo Nacional de las Iglesias y Amnistía Internacional, logró que la Cámara votase una ley de libertad religiosa para el mundo en virtud de la cual los EE UU impondrán sanciones a los países que limiten, de algún modo, la libertad religiosa de los cristianos -Testigos de Jehová e Iglesia de la Cienciología incluidas-. Decididamente, no es un líder light y posmoderno lo que reclaman estos broncos tiempos de crisis y de cruzadas.

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