Una nueva recaída en su salud obliga a Yeltsin a acortar la gira por Asia
Una "traqueobronquitis" con unas décimas de fiebre que exige tratamiento, pero no hospitalización, es la razón oficial de que el presidente ruso, Borís Yeltsin, acortase en un día su visita a Kazajstán y de que resurgiesen los rumores de que no está en condiciones de dirigir la segunda superpotencia nuclear del planeta. Este nuevo susto vuelve a poner en primer plano la cuestión de si podrá agotar su mandato, que vence en julio del año 2000.
Ya el domingo, su aspecto pálido y un pequeño traspié en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Tashkent, capital de Uzbekistán y primera de las dos etapas de su viaje por el Asia Central ex soviética, hicieron sonar algunas alarmas. Su portavoz, Dimitri Yakushin, tuvo que admitir que Yeltsin sufría un leve "resfriado", con tos, y lo atribuyó a un viaje difícil desde Moscú, de unas cuatro horas. Ayer, durante la firma de algunos documentos con el presidente uzbeko, Islam Karimov, la tos del líder del Kremlin casi hizo olvidar a periodistas y observadores que éste pretendía con su visita marcar la influencia rusa en la región y lanzar una clara advertencia al régimen de los talibán.Uzbekistán, como antes lo había hecho ya Tayikistán (los dos países comparten frontera con Afganistán), se sumó al compromiso de defensa mutua que establece que cualquier agresión contra uno de ellos será considerada por los otros como propia. El integrismo islámico es visto como una amenaza directa.
Poco después, Yeltsin, de 67 años, emprendía viaje a Almaty, donde debía discutir con el presidente kazajo, Nursultán Nazarbáyev, el estatuto del mar Caspio, una balsa de gas y petróleo sobre cuya explotación deben ponerse de acuerdo cuatro países ex soviéticos (Rusia, Turkmenistán, Kazajstán y Azerbaiyán), además de Irán. Ahí fue donde el "leve resfriado" se convirtió en "traqueobronquitis" y donde los médicos le aconsejaron que volviese lo antes posible a casa.
En tales circunstancias, casi parece una broma la afirmación de Yakushin de que "una de las razones que han obligado al presidente a reducir la duración de su estancia ha sido su gran responsabilidad por la solución del problema de Kosovo".
Yakushin dijo ayer que "el presidente se opuso" a lo que sólo ha sido un acortamiento de la visita "en términos formales", afirmó el portavoz, "pero prevaleció la opinión de sus médicos".
Hace ya años que Yeltsin no es el mismo que se subió en agosto de 1991 a un tanque para hacer frente a la amenaza golpista que liquidó a la Unión Soviética. Los dos infartos sufridos entre las dos vueltas de la elección presidencial de 1996, la implantación en noviembre de ese mismo año de un quíntuple puente cardiaco y las posteriores pulmonía, gripes, infecciones respiratorias y otras dolencias le han reducido a una presencia fugaz, que pasa más tiempo en sus residencias campestres que en el Kremlin. Hace tiempo que no es capaz de hilar un discurso coherente sin leerlo con desesperante lentitud, palabra por palabra. Sus despistes en algunos viajes de Estado han hecho sudar a sus asesores. Diversas fuentes hablan ya de que sufre de demencia senil.
Además, Yeltsin ya no tiene tan firmemente agarradas las riendas del poder, y está cada vez más aislado y falto de apoyos.
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