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Reportaje:

El pitillo, remedio universal para matar el tiempo

La salud también se resiente con la falta de un hogar estable. Sin necesidad de entrar en el terreno de las patologías graves, las estadísticas parecen demostrar que las personas sin domicilio propio sufren más achaques y pequeñas molestias que la población en general. Los sin techo son sensiblemente más propensos a las caries, los trastornos del sueño, las jaquecas o los pinzamientos de espalda que el común de los madrileños, y en uno de estos medidores elementales de salud ganan por verdadera goleada: el tabaco es un hábito extendido entre el 82% de los menesterosos, un porcentaje que se reduce hasta el 38% en la media de la región.Sostener un pitillo entre los dedos se ha convertido, por tanto, en una práctica casi universal en este sector de la población. Los días son largos, y las caladas de humo ayudan a "matar el tiempo", a juicio del autor de Huéspedes del aire. Más aún: el cigarro simboliza el puente "para, si se tercia, establecer relaciones", abunda el profesor Cabrera.

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Las diferencias en otras de estas variables de salubridad también son muy apreciables. Por ejemplo, el 38% de los encuestados confiesa dificultades para dormir (la media global de este trastorno se cifra en el 18%), el 32% consume medicamentos a diario (26% en el conjunto de la población española), el 74% tiene alguna pieza dental con caries (47% en España), y el 31% sufre algún problema auditivo, 11 puntos por encima de la media nacional. Sólo en el uso de gafas los sin techo (40%) se sitúan por debajo del índice general (50%), pero no queda claro si porque gozan de mejor vista o porque, sencillamente, el dinero no les da para la compra de unas lentes adecuadas a su situación.

Todo este panorama termina traduciéndose en una progresiva desmoralización entre este colectivo necesitado. Tres de cada cuatro encuestados dicen tener "confianza en sí mismos", pero este dato se contrarresta con otros dos mucho más preocupantes: un 21% se confiesa "tan decaído que sintió que quería morirse", y otro 17% le revela al encuestador que se le ha pasado por la cabeza la idea del suicidido.

Estas dos respuestas permiten deducir que un 20% de los entrevistados padece, probablemente sin saberlo, alguna forma de depresión importante. La desazón alcanza el peor momento entre los 7 y los 12 meses de quedarse sin hogar. "A partir de ese momento, es como si la persona se ajustase mentalmente a su situación", detalla el informe.

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