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Un cóctel de DNA

Javier Sampedro

La sustitución de los genes del óvulo receptor (el de la mujer fértil) por los del donante (el de la mujer estéril) es casi completa... pero no del todo. El embrión creado con la técnica de Jamie Grifo tiene genéticamente dos madres, aunque una aporta mucho más DNA que la otra.

La razón es la siguiente: la gran mayoría de los genes del óvulo están confinados en los cromosomas del núcleo de la célula. Estos genes resultan totalmente sustituidos durante el proceso de Grifo, que se basa en la transferencia de núcleos.

Pero también hay algunos genes fuera del núcleo, contenidos en unas pequeñas estructuras, llamadas mitocondrias, que se ocupan de producir energía para la célula. Las mitocondrias han evolucionado a partir de antiguas bacterias: de ahí que conserven algunos genes, testigos de su pasado de vida libre.

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Los genes del núcleo del óvulo receptor son eliminados antes de transferir el núcleo del donante. Pero los genes mitocondriales permanecen allí. Tras aplicar la técnica, se obtiene un óvulo con los genes nucleares de la mujer estéril, pero con los genes mitocondriales de la mujer fértil: un híbrido de dos madres.

Los genes mitocondriales son pocos, pero esenciales para el metabolismo celular. Al igual que sus colegas del núcleo, pueden sufrir mutaciones, y éstas se transmiten hereditariamente de la madre a los hijos, precisamente a través del citoplasma del óvulo. La técnica de Grifo, por tanto, no es tan éticamente neutra como parece, pues supone mezclar genes de dos mujeres antes de la fecundación.

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