Un soplo de vida
Víctor y José Manuel estaban condenados a morir nada más nacer. El primero respiró meconio [el excremento del recién nacido] y se le encharcaron los pulmones. Dejaron de ventilar y su cuerpo se tornó azul. José Manuel nació con una malformación en el corazón: sólo tenía un ventrículo. Ambos hubieran muerto de no ser porque un equipo de 20 especialistas de la maternidad del hospital Gregorio Marañón, y por primera vez en España (según la Consejería de Sanidad), han conseguido aplicar con éxito una nueva técnica de respiración extracorpórea.
Se trata del Programa Asistido de Respiración Extracorpórea (AREC), una máquina capaz de sustituir durante días la función del aparato cardiorrespiratorio de los bebés. Hasta ahora, en los centros sanitarios españoles, sólo se reemplazaba al corazón y los pulmones de los recién nacidos durante el tiempo que durara la intervención quirúrgica a la que les sometían para curarles de la enfermedad congénita. Pero luego se apagaba la máquina y el bebé, si no era capaz de respirar por sí solo, moría.
Víctor nació con un peso de 2,9 kilos en el hospital La Paz. Tenía los pulmones inutilizados. Los médicos de ese centro trataron, sin éxito, de sacarle el meconio que había tragado al nacer. Su padre, José Luis Parva Gil, conductor de una máquina barredora, de 39 años, recuerda ese momento de angustia: "Víctor tenía el meconio pegado a los bronquios y a los alveolos. No podía respirar. A las 24 horas de nacer, los médicos nos dijeron que estaba prácticamente muerto".
Sólo quedaba una oportunidad: "En La Paz nos advirtieron de que la única posibilidad que había para que sobreviviera era trasladarlo al [hospital] Gregorio Marañón, porque allí había una máquina que le podía salvar", recordaba, aún angustiado, José Luis Parva.
Víctor llegó en ambulancia al hospital Gregorio Marañón. Allí le conectaron de inmediato a la máquina de respiración extracorpórea. "En dos horas, tenía las constantes vitales estabilizadas", señala Juan Vázquez, el médico que capitanea el equipo encargado de la nueva técnica.
El aparato de respiración extracorpórea reemplaza las funciones del corazón y los pulmones. Hasta ahora "sólo se podía reforzar el funcionamiento de los órganos cardiorrespiratorios de un bebé, pero nunca reemplazarlos, y menos durante días", explicó Vázquez.
La máquina prestó a Víctor durante cinco días unos pulmones y un corazón mecánicos, lo que mantuvo activa la circulación sanguínea de su pequeño cuerpo. Los pulmones del bebé descansaron durante el tiempo suficiente como para absorber el meconio y volver a ventilar.
Los padres de Víctor estaban marcados por la mala suerte. Era el tercer embarazo de Isabel Madroñal, la madre. En 1996 se quedó encinta por primera vez. Al séptimo mes de embarazo, al niño le dio un infarto de miocardio y murió en el vientre de su madre. Un año más tarde se quedó embarazada de nuevo. Eran mellizos y tenían el síndrome de Down. La pareja decidió abortar. "Creímos que era lo mejor para todos", justifica, con pesar, Parva. Isabel no podía dejar de sonreír ayer mientras alimentaba a Víctor: "La máquina también me ha devuelto la vida a mí", añadió.
Pero el nuevo aparato no ha sido siempre efectivo: cinco bebés fallecieron en intentos previos. "Eran casos muy complicados, con escasas posibilidades de sobrevivir", señaló Vázquez.
En la cuna vecina a la de Víctor, en la unidad de cuidados intensivos de neonatales, descansa José Manuel. Nació hace 36 días y él ha sido el segundo bebé en salvarse de una muerte segura gracias al nuevo aparato. Cuando aún estaba en el vientre de su madre, se le diagnosticó una malformación cardiaca: sólo tenía un ventrículo [normalmente hay dos] en el corazón.
"Sabíamos que había que operarle nada más nacer", señaló el cirujano de cardiología infantil Rubén Greco.
La madre de Víctor fue trasladada desde Santander a Madrid en helicóptero para que diera a luz en este centro. De esta forma "se podía someter al bebé a una intervención quirurgica bajo las garantías que ofrece la máquina", añade Rubén. "Con el corazón artificial normal, lo más probable hubiera sido vivir sólo durante el tiempo de la operación. Luego se le hubiera apagado la máquina y, si no hubiera sido capaz de latir por sí mismo, habría muerto", explica. "Esta nueva técnica salvará muchas vidas", concluye.
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