Nación y Estado

Bienvenida sea la tregua. En primer lugar, por la tranquilidad que habrá traído a muchas personas; en segundo, por la claridad con que se empiezan a exponer los propósitos e ideas políticas en el panorama nacional.Serenidad y claridad son, creo, buenas bases sobre las que abordar los problemas más complejos, y, a mi modo de ver, el planteado por el principio de autodeterminación lo es en grado sumo. Si intento responder a cuestiones tales como quién lo posee o cada cuánto tiempo puede invocarlo, casi siempre consigo un intenso dolor de cabeza en vez de una respuesta que me parezca ecuánime.

Últimamente he encontrado un truco para evitar ese problema. En vez de pensar en qué puede definir a una nación, pienso en qué rasgos debería tener un Estado para que no me importara demasiado cuál fuera su nombre, bandera o himno nacional. De momento he encontrado algunos: respeto a los derechos humanos dentro de un sistema con instancia final internacional; plenitud de derechos políticos asociada a la residencia permanente y no al nacimiento; enseñanza en cualquier lengua cuyo número de hablantes lo justifique (y desee); completa autonomía de las instituciones culturales y académicas; asistencia sanitaria generalizada y gratuita...

Seguro que hay más y mejores. De momento, yo ya no necesito aspirina.-